Soñar no cuesta nada
En México toda una horda de caníbales denostan a la primera presidente.
Le tachan de incompetencia hasta de lo insignificante, así el poder ejecutivo pasa el escrutinio público por el sesgo.
Mal aprovechamos los tiempos de mejora, por momentos hemos preguntado si antes estábamos mejor, las resoluciones resultan ambiguas, acumulan actos no verificados, solo por el simple acto de sospecha.
Recitan como credo la superficie resbaladiza del hielo del fake news, controvertidos a vilipendiar, el chairo compite en el mismo universo del corrupto, naco y kitch.
Cada uno de los grupos de poder opositores desea el naufragio, catastrofistas de la imparcialidad, los fotogramas del país ensañan de forma idéntica al narcotráfico, la inseguridad, el desempleo, las tragedias cotidianas y la columna vertebral de pobreza.
No compartimos muchos de los ataques.
Nacidos en granjas de bots, serviles a quien les paga por la rumorología.
La alternancia del poder a partir del año 2000 concluyó los 70 años de hegemonía de una dictadura imperfecta.
Los votantes hastiados del error de diciembre del 94 sufragaron llevados por la ira, el voto útil en favor de un personaje grotesco, colaron en el gabinete perfiles impresentables, poco idóneos o con lazos sanguíneos de trinqueteros.
El sofisma de si estamos mejor o peor apenas se va escribiendo en la historia, creemos en la democracia para modificar la estrepitosa caída libre.
Lo soñamos cada mañana en las tribunas, firmamos con nuestro nombre la esperanza.