Teología política y conflicto: Un guión para el futuro
Lo que está ocurriendo en el Medio Oriente es una reedición de muchos problemas que han asaltado a esa región desde tiempos inmemoriales, pero acentuados desde la creación por parte de los británicos del estado de Israel al término de la Segunda Guerra Mundial.
La historia de los pueblos es la historia de la tierra a la que están vinculados.
Aún en los tiempos remotos, todos los grupos se han apropiado y defendido sus tierras para sobrevivir y han diseñado narrativas mitológicas inspiradoras que cuenten su origen, justificación y aparición en la estela histórica.
Que mejor que una divinidad que lo explica todo en coherencia con la narrativa.
Todos hemos escuchado las mismas narrativas esgrimidas tanto por seguidores del Islam como por cristianos y judíos; en todas ellas están presentes las raíces teológicas de los motivos de cada uno.
Ahora, en un mundo cada vez más interconectado y en apariencia secularizado, la persistencia y la virulencia de conflictos arraigados en discursos teológicos pueden parecer un anacronismo.
Sin embargo, la confrontación actual entre Irán e Israel es un claro recordatorio de que la geopolítica, la economía y las estrategias de seguridad están indisolublemente entrelazadas con profundas narrativas teológico-políticas.
La verdadera dificultad para lograr una paz duradera en el Medio Oriente radica precisamente entre:
- El choque de teologías políticas arraigadas,
- la problematización teológica de los fenómenos políticos modernos,
- la histórica instrumentalización de la región por potencias externas, y,
- una paradoja mesiánica que, irónicamente, impide la visualización y construcción de un "guion para el futuro" más allá del conflicto.
La teología política estudia cómo las ideas y doctrinas teológicas informan, justifican y legitiman el poder político y la organización social.
Lejos de ser un concepto obsoleto, su comprensión es vital para analizar regiones donde lo sagrado y lo secular a menudo no están separados sino enredados por las narrativas de todas las corrientes políticas prevalecientes.
Figuras históricas como San Agustín de Hipona, con su obra "La Ciudad de Dios" (circa 426 d.C.), sentaron las bases al distinguir entre la Ciudad Terrena y la Ciudad de Dios, abriendo la reflexión sobre la relación entre el poder temporal y el espiritual.
Santo Tomás de Aquino integró la filosofía aristotélica con la teología cristiana, influyendo profundamente en la visión católica de la ley y el Estado.
Sin embargo, en la teología política moderna, la figura de Carl Schmitt es ineludible.
En su influyente obra "Teología política: Cuatro capítulos sobre la doctrina de la soberanía" (Schmitt, 1922), Schmitt argumenta que los conceptos fundamentales de la teoría del Estado moderno son, en esencia, conceptos teológicos secularizados.
Su tesis, muy controvertida, sugiere que la soberanía política de los estados es una transposición del concepto teológico de la omnipotencia divina.
Por otra parte, en diálogo crítico con Schmitt, pero desde una perspectiva judía, Jacob Taubes profundizó en el mesianismo como un motor político y analizó las implicaciones teológico-políticas del apóstol Pablo, mostrando cómo la escatología y la esperanza de un fin de los tiempos influyen en la acción política (Taubes, 2004).
Para entender el Medio Oriente, es importante reconocer que las doctrinas de fe no son solo asuntos privados, sino estructuras que dan forma a las aspiraciones de poder y legitimidad de los Estados.
El judaísmo y el islam son las fuerzas que han modelado el transcurso histórico del mundo occidental.
Ambas tradiciones comparten una profunda interconexión entre la fe y la política, si bien de maneras muy diferentes aunque compartan un tronco abrahámico común.
En el islam, el principio de la unicidad y singularidad de Dios es fundamental, lo que implica que solo Allah es el soberano absoluto y legislador supremo.
Esto se traduce en que su ley islámica, la Sharía, es concebida como la ley omnicomprensiva que debe regir todos los aspectos de la vida.
La figura del Profeta Mahoma es el modelo fundacional, no solo como mensajero divino, sino como líder militar, legislador y gobernante de la primera comunidad.
Esa génesis distinta al cristianismo explica la ausencia inicial de una separación "Iglesia-Estado"; la Umma (comunidad musulmana) se concibió como una entidad político-religiosa.
La legitimidad de las instituciones como el Califato o el Imamato (en el chiismo) deriva de su rol en la aplicación de la Sharía.
Principios como “ordenar el bien y prohibir el mal” (Al-Qaradawi, 2000) o la Yihad como esfuerzo en el camino de Dios, con sus múltiples significados que incluyen la defensa de la comunidad, demuestran la íntima relación entre la ética religiosa y la acción política.
Por su parte, la teología política judía está intrínsecamente ligada al concepto del pueblo elegido y su conexión con la Tierra de Israel prometida por Dios.
Jerusalén es el epicentro de esta conexión, la ciudad más sagrada y el centro de su aspiración mesiánica.
Un pilar fundamental de la identidad israelí es la narrativa de la persecución milenaria, una historia real de exilio, opresión y genocidio que culminó en el Holocausto (Dawidowicz, 1975).
Esa experiencia profunda y traumática ha forjado la convicción de la necesidad ineludible de un Estado judío soberano para garantizar la seguridad existencial del pueblo.
El sionismo emergió como una respuesta a esta historia, buscando el retorno a la patria ancestral como una forma de redención y auto-preservación (Herzl, 1896).
Es crucial señalar el trayecto histórico no resuelto de la Iglesia cristiana en su rol en el antisemitismo, un factor que ha reforzado la sensación judía de estar solos y la necesidad de una autodefensa constante, influyendo en la percepción de cualquier crítica externa como una continuación de la hostilidad histórica que recibieron(Ruether, 1974).
El conflicto actual entre Irán e Israel no es solo una disputa geopolítica; es un choque frontal de teologías políticas que se niegan mutuamente la legitimidad existencial.
Para la República Islámica de Irán, fundada sobre la doctrina de la Volayat-e Faqih(la custodia del jurista), la autoridad del Líder Supremo es una representación de la voluntad divina (Jomeini, 1970).
Su teología política chiita está impregnada de un fuerte mesianismo y una narrativa escatológica centrada en la espera del Imam Mahdi.
Desde esa perspectiva, la lucha contra la "arrogancia" occidental y el "régimen sionista" es parte de una misión divina para establecer la justicia global.
La existencia de Israel es vista como una usurpación de tierra islámica (Palestina) y una afrenta a la soberanía de Dios, haciendo de la "liberación de Jerusalén" un imperativo religioso y político (Mearsheimer & Walt, 2007).
La retórica iraní a menudo va más allá de la crítica a las políticas, llegando a negar el derecho a existir de Israel y sus aliados, lo que es percibido por este como una amenaza existencial literal para todos los considerados como infieles.
Desde la perspectiva israelí, la existencia de su Estado es la culminación de la narrativa del retorno a la Tierra Prometiday la única garantía de seguridad existencial para un pueblo que sufrió el Holocausto.
Israel se presenta como una democracia aliada del liberalismo occidental en una región autocrática.
La ciudad de Jerusalén es su capital eterna e indivisible (Elon, 2017).
Las amenazas iraníes son interpretadas como una continuación de la persecución histórica y un intento de borrar la realización histórica y teológica del retorno judío.
Esta percepción de amenaza existencial, arraigada en su teología política y la experiencia histórica, justifica una narrativa y postura de defensa a ultranza y una disposición a la acción preventiva.
El punto central de colisión es esta negación mutua de la legitimidad existencial, alimentada por interpretaciones religiosas que ven al otro como un obstáculo divino o una amenaza apocalíptica.
La complejidad del Medio Oriente se ha visto agravada por siglos de intervención de potencias occidentales.
Desde el colonialismo post-Otomano, que trazó fronteras artificiales y aseguró el control de recursos (especialmente petróleo), hasta la Guerra Fría, donde la región se convirtió en un tablero de ajedrez para la confrontación ideológica, los intereses económicos y geopolíticos occidentales han utilizado a los países musulmanes como aliados o enemigos de ocasión (Said, 1978)
Este historial de manipulación ha fomentado inestabilidad y desconfianza.
En este contexto, Israel ha demostrado una notable habilidad para "acomodarse" estratégicamente, presentándose como un aliado permanente del liberalismo occidental.
Al destacar su identidad como la "única democracia en el Medio Oriente" y enfatizar valores compartidos con Occidente, Israel ha logrado asegurar un respaldo diplomático, militar y económico masivo, especialmente de Estados Unidos (Mearsheimer & Walt, 2007).
Su rol como socio estratégico en inteligencia y seguridad, y su firmeza frente a amenazas como el fundamentalismo islámico y la proliferación nuclear iraní, han consolidado esta alianza.
Esta "habilidad de aparecer como comprometido con occidente" le ha permitido navegar las tensiones y mantener un margen de maniobra considerable en sus políticas regionales.
No obstante, esa habilidad de Israel se encuentra ahora bajo un escrutinio sin precedentes.
La potente narrativa de victimización de Israel, si bien tiene un fundamento histórico innegable (el Holocausto, el antisemitismo, la persecución), choca dramáticamente con la realidad visible de las muertes y la destrucción causadas en su defensa.
La escala del sufrimiento ocasionado, documentada y difundida instantáneamente a través de las redes sociales, está generando una disonancia cognitiva en la opinión pública global (Amnesty International, 2022).
A menos que EE. UU. (y otras potencias occidentales) se conviertieran realmente en verdaderos adalides de los derechos humanos para todos los pueblos, la narrativa de victimización de todas las corrientes en pugna podrá seguir prevaleciendo en ciertas esferas de la memoria colectiva, eludiendo la accountability por los costos humanos.
La percepción de los israelíes como "invasores", enraizada en la historia de la región y en la desposesión palestina, agudiza esta tensión.
Finalmente, una de las barreras más profundas para la paz radica en una paradoja teológico-política.
Ambas tradiciones, el judaísmoy el islam, albergan expectativas mesiánicas y escatológicas que, en sus interpretaciones actuales, parecen impedir el cumplimiento de sus propios destinos de paz y redención.
Para el judaísmo, la llegada del Mesías está ligada a la construcción del Tercer Templo en Jerusalén.
Sin embargo, la ubicación de los antiguos templos es ahora el emplazamiento de sitios sagrados musulmanes (la Cúpula de la Roca y la Mezquita de Al-Aqsa).
Cualquier intento de construir el Tercer Templo en la actualidad sería una catástrofe global.
¿Y si el Mesías llegara?
La vida judía, la gobernanza, las leyes… todo se transformaría de manera incomprensible, porque no hay un "guión" detallado para el mundo post-mesiánico; la teología política actual está diseñada para la espera y la defensa del Estado existente, no para la era de la paz universal.
De manera similar, en el islam, especialmente en el chiismo, la expectativa del regreso del Imam Mahdi está ligada al establecimiento de la justicia global y la derrota del mal.
Para las facciones islamistas, la "liberación de Jerusalén" y la erradicación de Israel son pasos necesarios hacia la llegada del Mahdi (Nasr, 2006).
Sin embargo, si el Mahdi regresara y estableciera su gobierno, ¿qué papel tendrían los Estados actuales, sus instituciones y sus luchas?
El sistema social y político tal como lo conocemos se vería obsoleto.
La teología política se centra en la lucha y la preparación, pero carece también de un "guion" para la vida bajo el reinado directo del Mahdi.
Esta paradoja sugiere que las teologías políticas actuales, al nutrirse del conflicto y la amenaza mutua, mantienen la "historia en pausa".
El miedo al vacío post-mesiánico–el no saber qué hacer una vez que el destino se cumpla– podría ser un factor inconsciente que impide la resolución real del conflicto.
La resolución del conflicto en el Medio Oriente exige trascender la geopolítica para abordar sus raíces teológico-políticas.
El camino hacia una paz duradera podría residir en un gran concordato final entre los tres grandes ejes teológico-políticos(judaísmo, cristianismo e islam), un verdadero diàlogo interreligioso que vaya más allá de la mera tolerancia, para abrazar el reconocimiento mutuo y la co-creación de un futuro compartido.
Esto implicaría que cada tradición reinterpretara sus aspiraciones mesiánicas y de todo apocalipsis de manera que no exijan la aniquilación o el sometimiento del otro, priorizando la justicia universal y la coexistencia.
Requeriría un reconocimiento mutuo de las narrativas históricas, incluyendo el Holocausto y la Nakba (la catástrofe palestina de 1948) (Pappe, 2006), como pasos esenciales para la sanación.
Finalmente, implicaría un acto de coraje teológico y político para desarrollar un solo "guion" sin exclusiones teològicas para un futuro de paz, donde las sociedades puedan avanzar sin estar ancladas perpetuamente en conflictos pasados o expectativas apocalípticas que exigen la desaparición del "otro" considerado profano para alcanzar la salvaciòn o la felicidad suficientes.
Solo al enfrentar y transformar estas profundas raíces teológicas, las naciones de la región, todas apreciadas por sus ricas raíces ancestrales, podrán aspirar a un futuro de verdadera reconciliación.
Referencias
- Agustín de Hipona. (circa 426 d.C.). La Ciudad de Dios.
- https://es.wikipedia.org/wiki/La_ciudad_de_Dios,https://web.archive.org/web/20120118211131/http://www.cepchile.cl/dms/archivo_3650_1838/r99_chuaqui_laciudad.pdf
- Al-Qaradawi, Y. (2000). The Lawful and the Prohibited in Islam. American Trust Publications.
- Amnesty International. (2022). Israel's Apartheid Against Palestinians: Cruel System of Domination and Crime Against Humanity.
- Dawidowicz, L. S. (1975). The War Against the Jews, 1933-1945. Holt, Rinehart and Winston.
- Elon, A. (2017). Jerusalem: City of Mirrors. Random House.
- Herzl, T. (1896). El Estado Judío. Publicado originalmente como Der Judenstaat.
- Jomeini, R. (1970). Islamic Government: Governance of the Jurist. Publicado originalmente como Velayat-e Faqih.
- Mearsheimer, J. J., & Walt, S. M. (2007). The Israel Lobby and U.S. Foreign Policy. Farrar, Straus and Giroux. {https://bamdadi.com/wp-content/uploads/2014/08/the-israel-lobby-and-us-foreign-policy-bamdadi-dot-com.pdf}
- Nasr, S. H. (2006). Ideals and Realities of Islam. Kazi Publications. { https://traditionalhikma.com/wp-content/uploads/2015/02/Ideals-and-Realities-of-Islam.pdf}
- Pappe, I. (2006). The Ethnic Cleansing of Palestine. Oneworld Publications. {https://archive.org/details/ethniccleansingo00papp}
- Ruether, R. R. (1974). Faith and Fratricide: The Theological Roots of Anti-Semitism. Seabury Press.
- Said, E. W. (1978). Orientalism. Pantheon Books.
- Schmitt, C. (1922). Teología política: Cuatro capítulos sobre la doctrina de la soberanía. Duncker & Humblot.
- Taubes, J. (2004). The Political Theology of Paul. Stanford University Press. (Publicación póstuma de conferencias dadas en 1987).