Waldo Fernández defiende la censura en México y NL: ¡no lo permitamos!
Waldo celebra la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión con medias verdades, que es peor que con mentiras completas.
No se puede celebrar la censura a las plataformas digitales alegando, como dice Waldo, que es “para transformarlas”.
No se puede celebrar la represión a la libertad de prensa alegando, como dice Waldo, que es para “regular las redes públicas que impulsen la innovación tecnológica”.
No se pueden tomar las redes de internet privadas y obligarlas a prestar un servicio a quien sólo un grupúsculo de burócratas decida, alegando, como dice Waldo, que es “para cerrar brechas que por décadas nos dividieron”.
No se puede vitorear la creación de una agencia de transformación digital como si fuera “El Ministerio de la Verdad”, de la novela 1984 de George Orwell.
No se puede festejar la nueva asignación de espectro radioeléctrico a capricho del gobernante, o la cancelación de cuentas de cualquier red digital porque no le guste al político, o clausurar el servicio de Instagram, Facebook o X, alegando, como dice Waldo, que “así se regulan de manera adecuada”.
Lo que dice Waldo es una falacia; lo que dice es un sofisma. Y peor: es una trampa.
Bastaría que una cuenta no fuera grata al gobernante para que, así tuviera muchos seguidores, fuera vigilada, controlada y eventualmente cancelada. ¿Es eso lo que quiere Waldo?
Uno de mis autores favoritos, el sudafricano J. M. Coetzee, Premio Nobel de Literatura, tiene un libro titulado Contra la censura: ensayos sobre la pasión de silenciar.
¿Es eso lo que quiere Waldo?
Censurar la libertad de expresión, con la excusa de tipificar penalmente la “calumnia y la difamación” (como pasa en nuestro estado), o con el pretexto de combatir la “incitación al odio” (como pasa en Campeche), o con la justificación de acabar con el “acoso digital” (como pasa en Puebla), es de por sí una enfermiza pasión por silenciar al prójimo:
Un grave retroceso de las libertades individuales.
Ampliar, extender y contaminar esta pasión por silenciar a todo México con argumentos de totalitarismo camuflado es entonces un regreso a la barbarie, donde el poderoso pueda vengarse a sus anchas de sus críticos o de quienes no profesen sus ideas o creencias, volviendo súbditos a los ciudadanos.
¿Es eso lo que quiere Waldo?
Dice J. M. Coetzee que “el gesto punitivo de censurar tiene su origen en la reacción de ofenderse”.
¿Es eso lo que quiere Waldo?