¿Y si lo que sientes también cuenta como estrategia?

Emiliano Calvert DETONA: La semana pasada me llegó una de esas dudas existenciales que se instalan sin pedir permiso y se quedan a vivir en la cabeza.
¿En qué momento dejamos de racionalizar y empezamos a sentir?

Como es costumbre, lo platiqué con mi círculo cercano.

Y sí, creo firmemente que la formación académica y profesional moldea (a veces sin pedirnos permiso) una manera muy estructurada de ver el mundo: pensar en eficiencias, costo-oportunidad, rentabilidad, escalabilidad, retorno de inversión, y todos esos conceptos que hacen que nuestras decisiones suenen a junta de consejo, aunque solo estemos decidiendo qué serie ver.

Y no digo que esté mal.

Esa estructura mental nos ha ayudado a liderar equipos, a planear proyectos, a tomar decisiones rápidas con lógica y frialdad.

Pero… ¿qué pasa cuando llevamos esa lógica al plano personal?

Por ejemplo, al elegir un restaurante, analizamos la relación costo-calidad.

Pero si es una cena con tu mamá, o tu aniversario, ¿realmente sigue siendo relevante si cobran el agua en 60 pesos?

¿O ahí es donde los sentimientos sacan a la racionalidad de la ecuación?

En el trabajo, no toleramos la impuntualidad o la desorganización.

  • ¿Pero reaccionamos igual cuando es nuestra pareja la que llega tarde?
  • ¿Aplicamos la misma hoja de evaluación que usamos con nuestro equipo?
  • ¿O ahí el “dejar fluir” entra con voz suave a ponerle freno a nuestro Excel mental?

Y entonces llega la pregunta seria:

¿Una familia no es también un equipo de alto rendimiento?

Queremos que se apoyen, que se respeten, que crezcan.

Que cada integrante llegue a su máximo potencial: el que quiera ser artista, que lo sea; el que sueñe con tener su consultorio, que lo tenga.

  • ¿No buscamos exactamente eso en nuestros equipos profesionales?
  • ¿Y si lo pensamos así... por qué no aplicamos lo mismo desde el corazón?
Racionalidad y emociones: la dupla dispareja que, en realidad, va de la mano

A veces nos gusta pensar que somos seres ultralógicos.

Que analizamos todo con tablas dinámicas mentales y tomamos decisiones limpias, sin contaminar por impulsos.

Pero… sorpresa: no.

La neurociencia lo ha dicho una y otra vez (y no con memes, sino con evidencia):

António Damásio, en El error de Descartes, nos explica que:

“Sentir es necesario para decidir.”

Estudió pacientes con daño en la parte del cerebro que procesa emociones.

¿Resultado?

Podían hacer análisis impecables, pero no podían decidir ni qué desayunar.

Porque sin emoción, todo da igual.

Y si todo da igual... no decides nada.

Herbert Simon, premio Nobel y crack absoluto del sentido común, lo explicó con su teoría de la “racionalidad limitada”:

No tomamos decisiones óptimas.

Tomamos decisiones “suficientemente buenas” dadas nuestras emociones, contexto, tiempo y hambre acumulada.

¿Somos robots? Ojalá. Pero no.

Somos humanos que racionalizan en Excel por la mañana y lloran viendo comerciales de Navidad por la tarde.

Que sabemos que no deberíamos mandar ese mensaje… pero lo mandamos.

Que sabemos que esa compra en línea es innecesaria… pero "me lo merezco".

Y no está mal.

Solo significa que sentir también es parte de decidir bien.

¿Le hago caso al Excel o al corazón?

No se trata de elegir uno y desechar el otro.

Se trata de entender cuándo la estructura te ayuda... y cuándo hay que dejar que las cosas simplemente fluyan.

Porque sin emoción, no hay dirección.

Y sin estructura, no hay claridad.

Integrando razón y emoción

Entonces, ¿cómo hacer las paces entre estos dos mundos?

  • Reconoce el contexto: No todas las decisiones necesitan un análisis profundo. Algunas se sienten.
  • Sé flexible: No todo lo que funciona en el trabajo aplica en tu casa (ni en tu relación).
  • Escucha activamente: A ti mismo y a los demás. Tus emociones también son datos, aunque no vengan en formato .xlsx.
Una invitación abierta

¿En qué áreas de tu vida estás aplicando una lógica excesivamente racional?

¿Dónde podrías permitirte sentir más y pensar menos?

Porque sí: la vida también es costo-oportunidad… pero a veces, lo que vale no se mide en retorno financiero,
se mide en presencia, en paz, en esa sensación de “valió la pena aunque no fue perfecto”.

A veces, dejar que las cosas fluyan es la decisión más sabia que puedes tomar.

No porque sea la más rentable, sino porque es la que más se siente como tuya.

¿Y tú?

¿Cuándo fue la última vez que soltaste el control y dejaste que el corazón decidiera?
Emiliano Calvert

Motivated LAE with 6 years of experience in comprehensive industrial waste management, and 1 year in Health care industry. Focused on creating, motivating, and developing results-driven teams, capable of analyzing problems and turning them into opportunities. Dedicated to systematizing through processes and methods to ensure the sustainability of results.
Alivia Operations Analyst
•⁠  ⁠Manage the behaviors of each disease to achieve the necessary supplies of medication.
•⁠  ⁠Investigate systems on the market for information management and improve decision making.
•⁠  ⁠Analyze times and movements of each of the clinics in the country and streamline logistics, inventories and purchases.