Diciembre 6, ¿para qué?
Será la tercera del año (una para plantarse ante Trump, otra por su Informe de Gobierno, hace menos de tres meses).
El motivo anunciado es festejar con el pueblo el séptimo aniversario del arribo de López Obrador a Palacio Nacional, pero parece más bien una demostración de musculatura a quienes hace días se atrevieron a marchar contra la violencia y, sí, contra su gobierno.
¿Había una necesidad real de hacerlo ahora?
Puede adelantarse que habrá una macromovilización carburada por el oficialismo, cero violencias y el mitin vendrá acompañado de un colosal, clásico ejercicio de propaganda.
Lo noticioso, en todo caso, estará en el discurso: una oportunidad de bocetar un principio de concordia o de, meramente, apretar el duro mensaje antiopositor del 20 de noviembre, y de siempre.
Hay demasiadas manchas gruesas y lastimaduras profundas en la pared 2025 de la Presidenta: el huachicol fiscal, Carlos Manzo, Teuchitlán, la consentida frivolidad de los suyos y un largo etcétera.
Pero ella ha resuelto organizarse una fiesta de fin de año que parecería estar motivada por la autorreafirmación o el autoelogio.
