Morena y la Revolución Mexicana
Los libros de texto, las celebraciones con atuendo de revolucionarios, bailables y discursos breves, pero encendidos, de alumnos y maestros, me predispusieron, como a muchas generaciones de mexicanos, a aceptar la idea de una “revolución” como la mejor cosa que le pudo pasar a México a inicios del siglo 20.
Se podía hasta presumir que la mexicana fue la primera revolución del siglo pasado, y que le ganamos a los bolcheviques rusos, quienes hicieron la suya en 1917.
Como la cereza en el pastel, la Revolución Mexicana (con mayúsculas), produjo bajo su influjo positivo “la legislación social más avanzada del mundo” (otro mito más en el morral revolucionario), la cual quedó plasmada en la Constitución de 1917.
De nuestra Revolución nació el moderno Ejército Mexicano en sustitución de los militares que pelearon por Díaz y Huerta, aunque nadie imaginó entonces que acabarían administrando aeropuertos en el año 2025.
En fin, en nombre de la Revolución Mexicana se justificó el gobierno de cada presidente mexicano priista, panista y morenista. Por capricho de López Obrador, el nombre de Francisco Villa (un tipo con una leyenda negra de asesinatos, robos y violaciones) fue inscrito con letras doradas en 2023 en el recinto de sesiones del Congreso de la Unión.
Si bien el concepto de revolución tiene connotaciones distintas para los marxistas del ala radical del Movimiento de Regeneración Nacional y prefieren suavizar el término sustituyéndolo con el de “transformación”, la intención es la misma, seguir utilizando a la Revolución Mexicana como mito que legitima su poder.
Para muchos mexicanos de mi generación, la sola mención de Revolución Mexicana nos evoca la historia de un levantamiento social y militar del pueblo mexicano oprimido que rompió sus cadenas, tumbó al gobierno reaccionario de Díaz y estableció la justicia social en México.
Si el costo de esa gesta fue un millón de mexicanos muertos, desaparecidos o refugiados, es cosa minuta comparado con las ganancias.
Si el derrocamiento de un gobierno y la destrucción de un régimen político derivó en el cambio de una élite porfirista por una élite revolucionaria, igual de rapaz, eso no es relevante en vista del nacimiento de un nuevo México.
Pancho Villa sigue vivo cada vez que algún cancionero canta el Corrido del Siete Leguas (autoría de Graciela Olmos, “La Bandida”), para gusto y contento de Paco Taibo y sus congéneres morenistas.
México presentó al mundo su revolución como ejemplo a seguir, pero de inmediato se montó en doctrinas y políticas nacionalistas que nos impidieron acceder plenamente a la economía y la sociedad internacionales, pero eso es lo de menos: mejor seguir gritando ¡Viva México, cabrones!
No me extraña, entonces, que el término “Cuarta Transformación” se asocie con facilidad al de “Revolución Mexicana”, “Guerra de Reforma” y “Guerra de Independencia”, tal como lo definió Andrés Manuel López Obrador, un viejo priista, en el programa de acción de su movimiento morenista.
Desde esa perspectiva, la Cuarta Transformación es el siguiente paso hacia la grandeza mexicana, inspirado en la Revolución Mexicana, ¿Qué puede salir mal?
En la mente de muchos mexicanos alfabetizados en la machacona historia patria, no hay conflicto entre la ruptura del régimen que está llevando a cabo el movimiento morenista y la destrucción de la democracia y las instituciones políticas: eso ocurrió igualmente en las etapas históricas anteriores y se hizo por el bien de los mexicanos.
Después de Hidalgo, Juárez, Zapata, Villa y Lázaro Cárdenas sigue López Obrador.
No nos extrañe entonces que la nueva élite política morenista en el poder, la más corrupta de la historia mexicana, se sienta legitimada con el mito de la Revolución Mexicana.
¡Viva AMLO, cabrones!.