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Colombia, la estabilidad en juego

La noche del domingo 19 y el lunes 20 marcarán el destino de Colombia, entre la institucionalidad o el derrumbe. Así de importante, así de decisivo.

BOGOTÁ, Colombia.-

La elección del domingo en este país se perfila cerrada entre el izquierdista Gustavo Petro y el populista Rodolfo Hernández, lo que hará temblar a Colombia en las horas más tensas de su historia reciente.

La noche del domingo 19 y el lunes 20 marcarán el destino de este país, entre la institucionalidad o el derrumbe. Así de importante. Así de decisivo.

PETRO

Si Petro no acepta la derrota, que de darse sería por un estrecho margen, cualquier cosa puede suceder en una nación cuyas pasiones políticas están partidas en dos mitades iguales y radicalmente opuestas: petrismo y antipetrismo.

Y si el triunfador es Petro, la fuga de capitales podría desangrar la economía colombiana por temor al desastre socialista, que aquí está demasiado cerca y muy presente: dos y medio millones de venezolanos buscan refugio y caridad en este país.

La desgracia de Colombia, en estas elecciones, fue haber perdido el centro político, y con ello desapareció la ponderación.

Hoy en este país no se concibe la existencia del adversario. El ‘otro’ no es legítimo.

HERNÁNDEZ

Hace una semana y media se percibía un triunfo seguro de Rodolfo Hernández y así lo reflejaban las encuestas, pero en cuestión de días cambió el panorama y hay un empate técnico, con mediciones que dan ligera ventaja a Petro y otras al exalcalde de Bucaramanga.

¿Qué pasó en estos días para que se emparejaran los cartones?

El derrotado candidato del centro, Sergio Fajardo, no le dio su apoyo a Hernández y anunció que votaría en blanco.

En la primera vuelta obtuvo pocos votos, pero suficientes para definir la elección en esta segunda ronda.

Rodolfo Hernández, que parecía tener la Presidencia en la bolsa, se fue a Miami y desapareció de la escena.

Un error parecido, salirse del debate y de la campaña –por las razones que sean–, les costó el triunfo a Diego Fernández de Cevallos en 1994 y a López Obrador en 2006.

El ingeniero Hernández se fue a Miami porque dijo tener información de que lo querían matar. Allá estaba más seguro. Eso no mandó un buen mensaje de su entereza para enfrentar una realidad compleja.

Francisco Santos, que durante ocho años fue vicepresidente de Colombia (con Álvaro Uribe), hombre respetado y querido por propios y extraños en este país, nos dice:

“Hay que cuidar y proteger al ingeniero Hernández.

Ese señor, al que no conozco personalmente, es el único obstáculo que tiene el socialismo del siglo 21 para tomar Colombia”.

Sostiene que “el discurso de odio y destructor del candidato de la izquierda y de su coro en redes sociales ha creado el partido más grande que hay en el país: el partido antipetro”.

-¿Le teme a la izquierda?

-No, a la izquierda no. Si Petro fuera un Ricardo Lagos (socialista, expresidente de Chile) habría ganado en primera vuelta, porque el temor no es a la izquierda, sino a lo que Gustavo Petro representa:

la destrucción económica, social e institucional del país.

Ese señor (Hernández), hijo de una campesina y empresario exitoso, “recoge el sentimiento de cambio y a la vez el sentimiento antipetro”, dice Pacho Santos, como lo llaman sus paisanos.

Como dice el viejito (Hernández): en la primera vuelta acabó con el uribismo, y en la segunda va a acabar con el petrismo, afirma el exvicepresidente, que está por recoger velas y dar “una mirada interior, una reflexión profunda para entender qué pasó, cuáles fueron nuestros errores, y que de esta experiencia emerja una nueva derecha en Colombia”.

Los colombianos darán su opinión el domingo, pero visto de manera desapasionada, tal vez ambos polos se equivoquen un poco.

Petro, un tipo pedante y con tendencias mesiánicas, no parece ser un Maduro ni un López Obrador.

Para empezar, estudió. Es economista egresado de la Universidad Externado de Colombia (privada) y tiene estudios de posgrado en el extranjero.

No es un primate con un mazo como Maduro, ni rehuiría asistir a cumbres internacionales por inseguridad personal, como AMLO.

Fue un alcalde gris, sin capacidad de hacer equipos con gente eficaz, pero no fue de ruptura.

Destituido (algo así como el desafuero) de la alcaldía de Bogotá, no desafió ni doblegó a las instituciones.

El ingeniero Hernández es autoritario e ignorante. Aunque, dice Pacho Santos, el viejito “fue un alcalde decente. No va a destruir la economía ni va a hacer un gobierno basado en el odio. No tiene compromisos con nadie”.

La mesura, sin embargo, no está presente en esta elección (se ha sobrerreaccionado a la divulgación de unos videos que no dicen nada diferente a lo que se discute en cualquier contienda electoral: cómo dividir al otro), y todo dependerá de lo que ocurra después de los resultados del domingo.

Enrique Santos, exdirector del diario El Tiempo, hermano del expresidente y primo de Pacho Santos, cerró su artículo de ayer en Cambio con una reflexión llamativa; “no hay que ser petrista para votar por Petro, aunque el voto no salga del alma...

...sino de la resignación”.