¿Cómo aprender a pasar las olas?

Decirte adiós, abrazar el final

Ana Laura Martínez DETONA: ¿Qué es el amor, sino el eco de la elección consciente de estar juntos, incluso cuando las aguas se agitan y el viento sopla con fuerza?

No somos los de antes, somos los de ahora en adelante, ahora en la vastedad tumultuosa de la vida.

Anhelo la compañía que trasciende la mera necesidad.

En las olas de la existencia, busco a aquellos seres que, como faros en la tormenta, nos ofrecen un refugio en la marejada de las emociones humanas. 

¿Qué es el amor, sino el eco de la elección consciente de estar juntos, incluso cuando las aguas se agitan y el viento sopla con fuerza?

En el oleaje tumultuoso de los sentimientos encontrados, el recuerdo de tu partida se mece como una ola que se eleva y cae en un vaivén constante.

Aunque tu adiós me causa un dolor profundo, a pesar del dolor, no puedo lamentar el amor que te entregué.

Como una marea que sube inexorablemente, mi amor por ti creció y se expandió, llenando los espacios vacíos con una presencia tan tangible que era imposible ignorarla.

Te necesitaba tanto como el mar necesita la luna para guiar su curso, y aunque desde ayer, la luna se ha ocultado tras las nubes, su influencia perdura en las mareas de mi alma.

Te miraba con los ojos del amor. Mirada que trascendía palabras y gestos, una mirada que te abrazaba en todos tus matices y tus hermosas contradicciones.

Días de tempestad,  las nubes cubrieron el cielo y las olas chocaron contra las rocas con ferocidad.

Pensé que ahí en esa tormenta había consuelo, en aquellos que, a pesar de poder vivir sin nosotros, eligen quedarse, pero no fue así.

Es en los momentos de adversidad cuando se forjan los vínculos más fuertes, cuando el lazo entre dos almas resiste la embestida del mal tiempo y emerge más fuerte que nunca.

La certeza de que estar juntos era más que una necesidad, sino una elección consciente y continua, se disolvió.

En el vaivén de nuestras palabras, se refleja la intensidad del amor que una vez nos unió como dos corrientes convergentes en el vasto océano de la vida.

En estas líneas, busco transmitirte la pasión desbordante que despertaste en mí, la profundidad de los sentimientos que florecieron como flores en primavera.

Aunque pueda haber dudas sobre si te brindé todo el tiempo que necesitabas, una certeza permanece inquebrantable: te entregué todo el amor que mi corazón era capaz de contener.

La frecuencia y la intensidad de nuestras conversaciones reflejaban la profundidad de nuestro vínculo, una conexión que trascendía las palabras y se manifestaba en cada intercambio.

En un mundo donde el silencio es a menudo más elocuente que las palabras, nuestra constante comunicación revelaba un lazo emocional que iba más allá de lo convencional.

Y aunque el tiempo hoy tenga que desdibujar esos momentos de conexión, su eco persistirá en el susurro de los recuerdos.

Hoy, el paisaje de nuestro amor se ha transformado en un mar de extrañeza, donde las olas del tiempo deberán borrar las huellas compartidas.

En este nuevo territorio como desconocidos, me enfrentó a la realidad de que lo que una vez nos unió ahora nos separa, y aunque duela aceptarlo, debo aprender a navegar estas aguas desconocidas. 

Entonces, ¿quién será quien camine a mi lado en esta travesía incierta de la vida?
  • Aquel que, aunque tenga otras opciones, elija compartir su viaje conmigo.
  • Aquel que, en la maraña de la existencia, encuentre en mi compañía un refugio, un consuelo, un hogar.
  • Aquel con quien comparta un vínculo inquebrantable, una conexión que desafíe las adversidades y supere los obstáculos.
  • Aquel que, en última instancia, me elija no por necesidad, sino por el profundo deseo de estar juntos, en las olas y en la calma.

En el tumultuoso oleaje de la soledad, me sumerjo en un mar de emociones que amenazan con arrastrarme hacia lo más profundo de la desesperación.

Siento como las olas del abandono me golpean implacablemente contra las paredes de mi alma, dejando a su paso una sensación de vacío abrumador.

Nadie tiene idea de lo que hoy estoy atravezando, ¿invocarás mi nombre en tus pensamientos?
Vaya dolor profundo en mi ser, dolor de haberme pedido hacerme a un lado y la forma en la que me lo pediste.

Resisto, resisto con todas mis fuerzas, pero hay un límite para mi tolerancia.

Cuando la paciencia se me agota, decido alejarme, desaparecer de la vida de aquellos que no apreciaron mi presencia.

Te lo advertí una vez: todo regresa, menos yo.

La distancia se convierte en mi respuesta ante la falta de apreciación, no entro en discusiones estériles ni me dejo arrastrar por el drama de otros.

Simplemente, desaparezco, eliminando mi presencia de sus vidas como un barco que se pierde en el horizonte. 

En el turbulento mar de relaciones humanas, el silencio puede ser una marea que arrastra emociones y expectativas, en esta narrativa tumultuosa, no puedo decir que te haya perdido; más bien, parece que te soltaste por tu propia cuenta.

Uno solo puede perder lo que guarda, y en mi corazón te mantuve resguardado durante mucho tiempo.

Me di cuenta de que nunca estuviste realmente presente, permitías que te tuviera sin ofrecer nada a cambio.

Me enfrento a la dura realidad de que me aferré a ti en un intento desesperado de buscar tu amor, sacrificando mi propia dignidad en el proceso. No hay necesidad de dar vueltas y vueltas sobre lo que sucedió.

La verdad es simple: no te perdí, tú simplemente te soltaste. 

En las aguas agitadas de la despedida, me despido de ti con las palabras que mejor sé manejar: las escritas.

Como olas que rompen en la orilla, mi corazón se expresa con la sinceridad de cada letra, cada palabra que lleva consigo el peso de un amor que fue verdadero y profundo. Espero que no olvides quién extendió la mano primero.

En este juego de dar y recibir, las dinámicas pueden ser complicadas: puedes tener a todas, o ser poseído por todas.

Pero dejo en claro  que estaría a tu lado, no detrás de ti. A pesar de todo, esperaba lo mínimo de ti.

El espacio que pediste ahora se extiende como un vasto océano de silencio entre nosotros, y me siento ahogada en él. No han pasado ni veinticuatro horas desde la última vez que escuché tu voz.

La triste realidad es que probablemente seguiré amándote sin ti por mucho más tiempo del que te amé cuando te conocí.

Puede parecer extraño para algunos, pero la intensidad del amor y su impacto en nosotros como individuos no está necesariamente ligado al tiempo que lleváramos con esa persona.

Te amo sin saber cómo, ni cuándo, ni desde dónde.

Mi amor por ti es simple, sin complicaciones ni orgullo. Te amo así, porque no conozco otra forma de amar que esta, donde no hay distinción entre tú y yo.

Era tan íntimo que tu mano en mi pecho era mi propia mano, tan profunda que cuando duermo, tus ojos se cierran con los míos. En este océano de sentimientos, nuestro amor navegaba con una fuerza que desafiaba toda comprensión.

Recuerdo el momento en que supe que estaba enamorada, un instante simple y puro, pues solo quería verte, abrazarte y besarte.

Mano a mano, tú y yo, en un mundo donde solo existíamos nosotros dos, donde el amor fluía como las corrientes del mar.

En esta travesía de amor, nuestras vidas se entrelazaron de manera tan íntima que era imposible separar quiénes éramos entonces de quiénes somos ahora.

No sería justo juzgar nuestra historia solo por el modo en que optaste por tomar distancia, por el desenlace en el que nos encontramos. 

Mi amor por ti es genuino, tus palabras se han vuelto un eco vacío en mi mente.

Para mí, el amor verdaderamente significativo es aquel que surge de una persona capaz de encontrar plenitud en la soledad, pero que reconoce que la vida junto al otro es aún más hermosa.

Por eso te hice una promesa: estaré aquí y allá, aunque nuestras sendas ya no se crucen.

¿Qué importa si no es a mi lado?

Si nunca estuviste verdaderamente presente, siempre desearé tu felicidad.

Recordarte y sonreír es un tributo, un gesto mínimo de gratitud por los momentos en que me llenaste de alegría.

Podría aferrarme a la tristeza de perderte, incluso si es otra mano la que te abriga en la noche, si ya no soy la almohada en la que reposas tus sueños, mi deseo es que estés bien.

Porque lo bueno que compartimos mientras "funcionaba" eclipsa con creces la tristeza de tu ausencia hoy.

Aquí estoy, aunque nuestras palabras se hayan tornado silenciosas, esa es mi promesa.

Cuando te dije "te amo" desde lo más profundo de mi ser, no fue para atarte a mí, sino para que comprendieras que tenías la libertad de partir, y aun así, seguiría amándote con la misma intensidad.

Mi amor por ti no es una prisión; al contrario, en la jaula en la que te sentías atrapado, fui quien te extendió la mano para ayudarte a encontrar tu libertad.

Te amo de verdad, con una intensidad que no conoce límites.

Lamento en lo más profundo de mi ser que no hayas podido liberarte de las cadenas de tu pasado.

Lamento que hayas llevado tu dolor y tus heridas a mi lado, cuando nunca fui yo quien te causó ese sufrimiento.

Ya no hay ni habrá más mensajes, llamadas o gestos de afecto.

La distancia entre nosotros se siente insuperable y mira que apenas van horas; solo me queda pensarte en silencio, reviviendo cada conversación, cada emoción, cada sensación una y otra vez.

Colgar el teléfono sin siquiera verte salir por la puerta deja un vacío doloroso en mi corazón.

Busco consuelo en terapia, pagando a alguien para que escuche mis palabras y me ayude a procesar el dolor que siento. Aunque sus palabras me calmaron, no puedo evitar preguntarme qué salió mal.

Pensé que nuestra conexión era única, pero parece que nuestra historia no es más que un reflejo de las mismas decepciones que enfrenta todo el mundo. Ahora, debo aceptar el final, aunque me duela.

No te miento al decir que me costará un mundo aprender a vivir sin ti. Pero cada día que pase, comprenderé a procesar el dolor que dejas en mí, te di todo lo que tenía, incluso lo que no poseía.

Pero tú, envuelto en tus propias cicatrices, no pudiste verlo. Fuiste consumido por el dolor, por las heridas que otros te infligieron mucho antes de que yo apareciera en tu vida.

Aunque siempre habrá una canción, un perfume, un lugar que me hagan recordarte, ya no te espero.

Mis esperanzas se desvanecieron ayer como la bruma en el amanecer, y aunque el recuerdo de ti persista, ya no me aferraré a él. Porque he aprendido a soltar, a dejar ir lo que ya no me pertenece.

En las mareas de la vida, tu partida será solo una ola más, que se disipará en el vasto océano del tiempo.

Ya no te puedo. 

Ni te más mucho mucho. 

Cada interacción es como una ola: a veces suave y calmada, otras veces tumultuosa y desbordante.

En este contexto, el adiós se convierte en un momento de transición, donde las emociones chocan como las olas contra las rocas, dejando a su paso una estela de dolor y gratitud.

El dolor de la despedida es agudo, pero paradójicamente, se entrelaza con una especie de belleza melancólica.

La incapacidad de odiar a pesar del sufrimiento revela la profundidad del amor compartido, un amor que se niega a ser reducido a simples recuerdos de dolor.

En medio del caos de la separación, surge una fuerza interior que nos eleva por encima de la amargura y nos permite despedirnos con dignidad y gratitud.

Sin embargo, entre las sombras del dolor, también hay espacio para la gratitud.

Agradecemos por los momentos compartidos, por las lecciones aprendidas y por la oportunidad de experimentar el amor en su forma más pura y desinteresada.

A pesar de la terrible despedida, el tiempo que pasamos juntos fue un regalo precioso que nunca será olvidado.

El recuerdo de tu mirada se convertirá en un faro en medio de la oscuridad, una luz que me guiará y me reconfortará en los momentos más difíciles.

En un mundo lleno de ruido y confusión, anhelaré esa mirada que me recuerde nuestra valía, que me haga sentir amada y aceptada tal como soy.

En el tejido de nuestras vidas, que nuestro amor perdure como un hilo dorado que une nuestros corazones, incluso cuando los caminos se separan.

Aunque las circunstancias nos alejen, el amor sigue siendo una fuerza poderosa que nos une en lo más profundo de nuestro ser.

A través de la distancia y el tiempo, el amor continuará brillando como una estrella en la oscuridad, recordándonos que los lazos del corazón son eternos.

La travesía del amor nos enseña lecciones valiosas sobre la autenticidad, la vulnerabilidad y la fuerza interior. Aunque el camino esté lleno de desafíos y despedidas, seguimos adelante con la esperanza de que el amor verdadero siempre encuentre su camino de regreso a casa, incluso si eso significa dejarlo ir.

En las turbulentas aguas de la vida, rara vez busco el consuelo ajeno para cicatrizar mis heridas; prefiero ser mi propia guardiana de la sanación.

Pero cuando los vientos de la adversidad soplan con fuerza, y la tormenta interior se desata, sé que ha llegado el momento de enfrentar mi vulnerabilidad.

A lo largo de los años, he sido decepcionada repetidamente, y en cada ocasión, me veo obligada a recordar que la única persona en la que puedo confiar sin reservas soy yo misma.

Escapar de la realidad puede parecer tentador, una vía de escape para evitar el dolor, pero sé que enfrentar mis propios demonios es el único camino hacia la verdadera fortaleza.

A menudo, estoy lista para regresar a la seguridad de mi hogar interior, pero en esta ocasión, dudo de si encontraré el camino de vuelta.

Por eso, te pido que me concedas un último acto de generosidad: permíteme liberarme de ti, permíteme soltar el lastre que me ata a tu recuerdo.

Quién sabe, tal vez en alguna otra existencia, tú y yo fuimos algo más que extraños, quizás nos amamos con una intensidad que trasciende el tiempo y el espacio.

En ese posible pasado compartido, cumplimos todas las promesas que hicimos, pero en esta realidad actual, solo nos queda aceptar lo que somos.

Fuiste mi confidente, mi amor, y ahora eres un enigma perdido en la bruma del pasado, y aunque nuestras sendas diverjan, siempre atesoraré los recuerdos de lo que una vez fuimos.

Ana Laura Martínez

Reconocida escritora, artista conceptual y oradora de TED Talks, se destaca como fundadora de la comunidad global literaria "Ana Laura Libros" y del innovador proyecto "ATELIER". En este laboratorio mexicano, fusiona sus habilidades artísticas y literarias para transformar emociones en procesos artísticos. A través de su incursión autodidacta, Ana Laura ha ampliado su enfoque, sumando el título de ARTISTA CONCEPTUAL a su faceta de ESCRITORA. Su creatividad se manifiesta en proyectos como Deconstrucciones Decorativas, Maison Tables, Denim Statements, Caligraphy Art, 28x21 Arte, Editorial ALL, Ingeniería To Go y Letras al Vacío Salinas, reflejando la diversidad de su talento en el mundo artístico y literario.