Decrepitud
Él se apoya en el brazo de ella. A esa distancia parecen octogenarios en sus altos.
Cuando quedo a su lado, lo reconozco. “Don Edmundo, buenas tardes”, lo saludo sin detenerme a incordiar.
Me devuelve una reservada mueca de cortesía.
Conté aquí el 12 de diciembre que faltaba un mes para que ese hombre hoy de penoso andar supuestamente asumiera la presidencia de Venezuela, pues, con las actas conocidas, había arrasado en las urnas al madurismo criminal.
Conté que la imagen que daba en una conferencia de prensa en el mismo barrio de Salamanca ya era un tanto lastimera. O un mucho
Luego ocurrió lo que ocurrió.
Edmundo González, 75 años, apostó por el bajo perfil en España.
Hizo una gira a medias luces por América Latina y Estados Unidos y, al final, no pudo pisar Venezuela
La semana pasada ingresó a un hospital en Madrid por un problema de baja tensión arterial.
Dado de alta, caminaba trabajosamente ayer por una acera de esta hermosa ciudad.
Un hombre de bien que quizá se equivocó en el momento en que era crucial seguir tomando riesgos.