El manotas
Eduardo no ha aprendido aguardar en sus bolsillos las extremidades superiores. Le encanta, como si fuera frutería, tantearle las carnes a las damas.
Es parte de su cultura irreverente. Canta como nadie. Lo comparan como el Ozzy Osbourne de la música norteña mexicana. En los excesos, las historias se multiplican por cientos.
No deja títere sin cabeza, dicen quienes viven cerca. El timbre de voz, aguardentosa, la presencia de macho alfa lomo plateado, en los palenques y centros de espectáculos, lo mantienen en movimiento.
La agenda de artista esta al tope. Eduardo gana en pesos, dólares y hasta puede darse el lujo de no cobrar para los amigos.
Eduardo fue consignado a la policía norteamericana. Ya le fincaron registro por andar de manos largas. Debe ir a corte. Sentarse en el banquillo de los acusados y escuchar los argumentos en contra.
Le debe parecer exagerado. Así siempre ha sido. No cambiará de la noche a la mañana. Son costumbres de otras épocas. Quienes llevan el negocio de las representaciones se lo hicieron ver cientos de veces.
Nos vas a meter en un problema serio. Eduardo es simpático. Es el tío permisivo y generoso con los sobrinos. Les celebra cada puntada. En las reuniones sociales jamás falta el pisto y las mujeres hermosas.