El único que le dice la verdad al presidente, entre un mar de focas aplaudidoras
Les platico este enigma sabatino para resolver. ¡Arre y remos al agua!
Hay una persona entre el séquito de pajes del presidente, que le da algo que todos los demás no: la verdad.
Al presidente no le gusta reconocer en otros una verdad distinta a la suya, pero su ego y su soberbia se ennoblecen y se doblegan cuando escucha a esa persona.
Lo protege de tal forma que -aunque lo merece más que otros- no lo tiene dentro de su círculo cercano. Lo tuvo, pero aprendió, y ya no.
Es más, ahora ni siquiera está en el círculo secundario, ni en el terciario.
A decir verdad, durante sus primeros años sí lo tuvo dentro del aparato gubernamental, pero ya no.
Con dicha persona consulta temas que ni con su vocero consejero de cabecera se anima a ventilar.
Cuando lo ve, siempre es fuera del sacro lugar en que se ha convertido el palacio nacional, que más que eso, se ha convertido en la casa de la adoración.
Esta persona está fuera de la conversión en masa desatada por el gobierno.
En esa conversión en masa de fanáticos que buscan notoriedad, están los "buenos hombres", autoproclamados merecedores al premio nobel de la paz, que a lo mucho llegan a "jefes de barrio", y que imprimen los nombres de las colonias donde viven, en las playeras que se compran con dinero de las cuotas de sus vecinos.
Está fuera -también- de los que alaban a alcaldes a quienes aplauden como locas foquitas, buscando el lucimiento que solo consiguen en ciertos chats de donde todavía no los corren, por andar de acosadores.
Está fuera del ámbito de los que siguen p3ndenciera y p3nd3jament3 al presidente, cual viles coros de loros.
Con sus verdades, le da al presidente las pocas aguas navegables donde embarca sus navíos.
Rompe la tradición de la traición.
Con él, el presidente externa sus dudas, no le hace que con ello revele su incompetencia.
Con él, el presidente esconde sus afanes de gloria.
No acude a él blandiendo lanzas de guerra ni golpeando escudos.
Llega a él con humildad, mostrando sus propias dudas y temores; apagando su coraje.
Los únicos que saben quién es, trabajan en el CNI, el hoy llamado Centro Nacional de Inteligencia.
Y lo saben porque el CNI no tiene operadores ciegos, pues teclean y leen nombres y situaciones reales en las pantallas de sus computadores, que pueden ver, y por consecuencia, saber, lo cual es el primer paso para que se dé la fuga de información.
El estado del arte en los centros de procesamiento de inteligencia, es tener "operadores ciegos", que reciben una instrucción de sus más altos jefes codificada en una jerigonza de símbolos, para evitar que fuguen o vendan información delicada o comprometedora.
Bueno, pues solo tales operadores saben el nombre de la persona a la que me refiero, precisamente porque no están "ciegos".
A ver, queridos y acuciosos lectores, ¿cuál es el nombre de esa persona?
Cajón de sastre
"La primera instrucción que daban los monarcas vikingos al hacerse a la mar en sus navíos saqueadores, era: ´Remos al agua", remata la irreverente de mi Gaby, desde su texano refugio antibombas.
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