En Francia la justicia mete presos; en México, mete brocha
Mientras en Francia un expresidente como Nicolas Sarkozy pisa la cárcel por un supuesto financiamiento irregular en su campaña presidencial del año 2007 —un caso que todavía se discute pero que la justicia gala no deja pasar—.
En México la historia se cuenta al revés: aquí las bardas hablan, los espectaculares sonríen y los perfiles con colita de caballo se pintaron solos, mágicamente, por generación “espontánea” que nadie financió y que aparecieron por mandato de conciencia colectiva.
Allá, un sobre con euros libios lleva a la prisión, acá, toneladas de pintura, vinilos, lonas y propaganda nacional apenas provocaron bostezos en las autoridades electorales.
La justicia francesa mete a la cárcel a su expresidente.
La mexicana, en cambio, metió bajo la alfombra toda evidencia de campaña adelantada, porque aquí la impunidad es el verdadero partido en el poder.
En Francia se juzga la corrupción; en México se le rinde honores con mañaneras y aplausos.
Lo paradójico es que ambos casos nacen del mismo pecado
Confundir el servicio público con el derecho divino a mandar.