¿Cómo hacer más barata y limpia la gasolina que se vende en NL?
La fórmula la inventó el polémico gobernador Santiago Vidaurri (1809-1867), en tiempos cuando, por supuesto, no existía la gasolina, pero sí la forma de mejorar la calidad de los productos de exportación e importación.
Se llamó el “impuesto Vidaurri”, una medida arancelaria repleta de sentido común.
En aquellos años, el impuesto para importar y exportar a Texas era muy elevado.
¿Por qué? Para fomentar así la corrupción, ni más ni menos.
Si el comerciante debía pagar una fuerte suma arancelaria en las aduanas, mejor se arreglaba con los coyotes —que eran los mismos funcionarios públicos de aquel entonces—, evadiendo el oneroso impuesto.
Negocio redondo para los burócratas transas.
Vidaurri tuvo entonces el acierto de bajar el impuesto a niveles ínfimos.
De tal suerte que a los importadores les resultó más barato pagar el impuesto Vidaurri que arreglárselas con un coyote.
La hacienda pública de Nuevo León registró superávit —es decir, excedente de recursos— por primera vez en la historia del siglo XIX, y el gobierno estatal comenzó a tener por fin ingresos propios para hacer obra pública.
¿Qué tiene que ver esta anécdota histórica con el precio de la gasolina?.
Mucho, más de lo que te imaginas.
En números redondos —no me meto, para este efecto en si es, por ejemplo, magna con 87 octanos o premium con 92 octanos, aproximadamente—, importar gasolina de Texas nos cuesta, en flete y logística, algo así como $10.00 pesos por litro.
A eso hay que aplicarle $7.00 pesos del impuesto federal: el famoso IEPS (Impuesto Especial para Productos y Servicios), ya van $17.00 pesos por litro.
Pero ahí no para el cuento.
Luego hay que añadirle el IVA, otros $3.0 pesos por litro. Si a eso se le suman otros $3.0 pesos por costo de transporte, almacenamiento y margen de ganancia de las estaciones de servicio, el litro de gasolina nos sale en total en algo así como $23.00 pesos por litro, cuando menos.
Es decir, muy caro para el bolsillo de la mayoría de los nuevoleoneses.
¿Qué le sale más barato a los vendedores de gasolina? Comprarla en el mercado negro.
De ahí el huachicol fiscal, que en realidad son los mismos funcionarios públicos contrabandeando combustible.
Así de simple, ¿pruebas? las que salen todos los días en los periódicos.
Si bajáramos el IEPS y el IVA a la importación de gasolina, se recaudaría muchísimo más dinero y desaparecería al menos esa modalidad de corrupción.
Es decir, aplicando —con los ajustes correspondientes— el “impuesto Vidaurri”.
Si, además, la Comisión Nacional de Energía se compromete a dar a Nuevo León gasolina más limpia —que hasta ahora se ha quedado en puras promesas—, de la mano de Semarnat y de la Comisión Ambiental Metropolitana, para impulsar la revisión de la Norma 016-CRE-2016, tendríamos un combustible de la misma calidad que la distribuida en Ciudad de México y Jalisco.
¿El resultado? Tendríamos en Nuevo León gasolina más limpia y más barata.
Pero mientras no se haga esta reforma fiscal, este combate directo a las finanzas del huachicol y esta voluntad de ser prácticos en la recaudación fiscal, las cosas seguirán como están.
Con Santiago Vidaurri bien sepultado y olvidado en Catujanes.