Nueva Era

Estados Unidos, las consecuencias del liderazgo roto

Pablo Hiriart DETONA® Donald Trump cree que Putin es su amigo y no el líder totalitario que busca modificar por la fuerza el orden internacional que encabeza Estados Unidos.
https://vimeo.com/1091444957

Pristina, Kosovo.– En esta capital de mayoría musulmana hay una estatua del presidente William Clinton, se entra por el bulevar George W. Bush y frente al hotel donde me hospedo hay un busto en bronce de la ex secretaria de Estado Madeleine Albright.

Cuando los serbios mataban a miles de albano-kosovares y cerca de un millón de personas (el país tiene 1.6 millones de habitantes) huían por las montañas a Albania y Macedonia del Norte para escapar de la “limpieza étnica”, el presidente Clinton ordenó los ataques aéreos que frenaron la masacre en los Balcanes.

Los países europeos enviaban misiones diplomáticas a persuadir al invasor para que dejara de matar, mientras el líder serbio Slobodan Milosevic ganaba tiempo y sus tropas asesinaban a hombres y niños. También a las mujeres, después de violarlas.

Estados Unidos tomó la iniciativa y asumió su papel de líder de la OTAN, con la operación “Fuerza Aliada” a la que se sumaron los países europeos en una campaña de 78 días que inició el 24 de marzo de 1999.

Luego Clinton visitó los campos de refugiados en Macedonia del Norte “y nos dijo: amigos, ya pueden volver a casa, están libres de peligro”, me cuenta el antropólogo kosovar de origen albano Valon Schkobra, que vivió esa tragedia.

 

Pocos años después, George W Bush fue a Albania con la buena noticia: Ya son independientes.

Nos abrazamos, lloramos de alegría, y nació en nosotros un agradecimiento eterno a Estados Unidos, dice el antropólogo que me guía por estas históricas montañas.

Obviamente no fue exactamente así, aunque parecido, y es como lo recuerdan en la capital del país más pro estadounidense de Europa.

La ciudad de Pristina ahora es una belleza, pero en la guerra 21 mil mujeres padecieron abuso sexual (algunas filmadas, que incluían el asesinato después de la violación) y fue destruida en 65 por ciento.

Sin Estados Unidos la destrucción habría sido del cien por ciento”, dice Valon, musulmán que agrega algo que también oí en el autobús, en el lobby del hotel y en las cervecerías del bulevar Madre Teresa: “Clinton nos dio la libertad, Bush nos dio la independencia”.

Todo esto viene a cuento ahora que Estados Unidos se desentiende del mundo salvo que le reporte un beneficio económico.

Donald Trump cree que Putin es su amigo y no el líder totalitario que busca modificar por la fuerza el orden internacional que encabeza Estados Unidos.

Trump cree que Putin va a quedarse en paz si Zelenski acepta ceder Crimea, que ya la tiene desde 2014.

Putin no quiere la paz, quiere Ucrania.

Y el actual presidente de Estados Unidos recibió en Alaska, con alfombra roja y una valla militar, al autócrata expansionista que tiene orden internacional de captura por crímenes de guerra.

Ahora son los líderes europeos quienes intentan convencer al líder de la OTAN a defender conjuntamente a Ucrania, donde cerca de 20 mil niños han sido robados y llevados a Rusia para lavarles el cerebro contra sus padres y contra su patria.

El actual gobierno de Estados Unidos quiere (y obtuvo) minerales ucranianos de las “tierras raras” a cambio de su, en teoría, respaldo diplomático.

Exige que los europeos le compren cien mil millones de dólares en armas, y fuerza al invadido a entregar parte de su territorio a Rusia y así conseguir la paz que le permita explotar esos minerales y hacer negocios con los rusos.

Kosovo, el país al que Clinton y Bush defendieron, no tiene salida al mar, ni petróleo ni minerales útiles para las nuevas tecnologías, vive de las remesas que manda la diáspora, del comercio y algo de agricultura en sus once mil kilómetros cuadrados (del tamaño de Querétaro).

Aquí la OTAN, liderada por Estados Unidos, defendió principios y no intereses comerciales.

La mayoría de la población (93 por ciento) es de origen albanés, y el resto tiene origen bosnio, serbio, turco y rumano. Hay mezquitas, iglesias católicas y ortodoxas.

“Somos europeos, nuestra Constitución es laica, no nos regimos por leyes religiosas”, dice Volan, orgulloso de su ciudad, bonita, limpia, con bares y cervecerías repletos de gente joven, alegre, y por sus bulevares se puede caminar y oír música hasta la madrugada sin correr peligro alguno.

A siete kilómetros de aquí está el Campo de los Mirlos, donde se libró la batalla de Kosovo, en que los turcos liderados por Murat vencieron a los pueblos balcánicos, cristianos, en 1389.

Seiscientos años después, al pie de la columna que conmemora a los muertos en la batalla, el líder serbio Slobodan Milosevic pronunció su tristemente histórico discurso en el que dio aviso: “Las batallas no son cosa del pasado. Todavía no han terminado, y no están reservadas sólo para la guerra, aunque la guerra no está descartada”.

Y dio inicio a la guerra de Kosovo, contra “los invasores”. Abrió las viejas heridas e inició la barbarie nacionalista.

Comenzó el genocidio y se escribió la partitura que hoy entonan los ultranacionalistas Orban en Hungria, AfD en Alemania, Le Pen en Francia, Farage en el Reino Unido, apoyados por el grupo gobernante en… Estados Unidos.

Todos se dicen elegidos para “salvar la identidad nacional, amenazada por invasores”. Mienten y propagan el miedo.

El historiador británico Max Mazower, en Los Balcanes. De la caída del Imperio otomano a la actualidad, lo apuntó con claridad: “El nacionalismo es una respuesta al miedo. Y el miedo es el combustible del odio”.

Aquí en Pristina, la ciudad víctima del genocidio de Milosevic y sus tropas nacionalistas, musulmanes, católicos y ortodoxos conviven sin distingos, con alegría, en democracia, con derechos humanos, libre mercado y Estado de derecho.

Eso es lo que pierde el mundo sin el liderazgo de Estados Unidos.

De un país con intereses y principios, sólo va quedando lo primero.
https://vimeo.com/1015118818
https://vimeo.com/1089261994
https://vimeo.com/1091496933
Pablo Hiriart

Nacido en Chile, emigró a México a fines de los 70. En 1980 inicia su etapa como reportero del semanario Proceso y del diario La Jornada antes de formar parte del equipo de comunicación del gobierno federal.
Desde el año 2016, participa en México Confidencial en Azteca 13, en Proyecto 40 y es Director General de información política y social del diario El Financiero, donde escribe la columna "Uso de Razón".