¡Feliz Año 2024!
1.
La Navidad y el fin del año están llenos de ritos, de protocolos. Su repetición cada 12 meses no afecta la calidez familiar de la Noche Buena, ni la alegría y los juegos esperando la llegada del nuevo calendario.
Yo, por ejemplo, veo cada 25 de diciembre -y solo ese día- A Christmas Carol, traducida como Una canción de Navidad, de Charles Dickens. La he visto más de 40 veces y, sin embargo, no deja de sorprenderme la conversión del avaro y mezquino Scrooge, y aún se me nublan los ojos cuando escucho “Voy a renacer… aún no es mi final”
2.
Pero hay frases, expresiones que, a fuerza de ser mencionadas una y otra vez, de manera mecánica, pueden ir perdiendo su significado.
¿En realidad le deseamos un buen día a alguien que saludamos a diario? Cuando pedimos perdón a quien le llamamos por teléfono, supuestamente por quitarle su tiempo: ¿en verdad estamos arrepentidos de ello? Algo semejante nos puede suceder cuando dijimos ¡Feliz Navidad! Y ahora que diremos ¡Feliz Año Nuevo!
Sugiero darle tres sentidos a esa frase: un deseo, una invitación y una oferta de acompañamiento.
3.
En primer lugar, y lo comenté en esta pasada Navidad, creo que hay pocos deseos tan sinceros como los que pronunciamos esa noche.
Aun a las personas que podemos considerar como enemigas o adversarias les damos nuestros parabienes, y aspiramos a que la paz sea una realidad en nuestro mundo, sobre todo en Ucrania y la franja de Gaza, como también en nuestro país.
Ojalá transmitamos este anhelo en la noche del próximo domingo, y que los augurios de amor, salud y bienestar familiar sean compartidos con la mayor de nuestra sinceridad.
4.
Pero ya sabemos que la felicidad depende en buena medida de nosotros mismos.
Así lo dijo el filósofo griego Epicteto: “Lo importante no es lo que te sucede, sino cómo reaccionas a lo que te sucede”. Por ello me parece muy relevante invitar a lograr y mantener esa ventura que nos vamos a desear en la noche vieja. Sobre todo, a aquellas personas más proclives a la depresión o la tristeza, que no son pocas, conviene recordarles que pueden ser felices si se lo proponen, aun con adversidades, tragedias o duelos a cuestas.
5.
Y además de desear e invitar, podemos ofrecer apoyo para lograr esa dicha.
Pasaríamos, entonces, de ofrecer bellas esperanzas, y de convocar, a cristalizarlas, a involucrarnos en esa concretización. En especial con la pareja y la familia, con los colegas y compañeros de trabajo, podemos comprometernos a colaborar en un gozo permanente que, sí, depende en último término de ellos, pero en el que nosotros podemos incidir y facilitar.
Si nos es natural tratar de ser felices, ojalá también lo sea el auxiliar a los demás en su búsqueda de prosperidad.
6.
Así las cosas, la frase ¡Feliz Año Nuevo!, podrá tener una triple dimensión, y no la pronunciaremos solo como una fórmula protocolaria.
Recuperando sus tres sentidos, además de desearla, de invitar a su consecución, y de ofrecernos para tomar parte en ese intento, la expresión irá acompañada del esfuerzo compartido por involucrarnos todos en el significado de ese momento.
A ti que me haces el favor de leerme, entonces, te deseo un muy feliz 2024, te invito a que hagas vida ese pronóstico y me comprometo contigo a acompañarte para realizarlo.
7.
Cierre icónico.
También el próximo primero de enero celebramos la 57ª Jornada Mundial por la Paz.
En esta ocasión, el Papa Francisco la ha titulado “Inteligencia artificial y paz”. El mensaje ya está en circulación, y se inscribe en la permanente preocupación de la Iglesia Católica por la relación entre ciencia-tecnología y fe. Habrá que leer el texto, breve como otros comunicados papales semejantes, pero sustancioso, pues analiza, entre otros temas, el futuro de la IA entre promesas y riesgos, y el sentido del límite en el paradigma tecnocrático.