La muerte no tiene permiso
Simulaciones de respuestas parciales, solo para la lente de los fotógrafos y los periodistas, encargados van, el tamaño de la encomienda rebasa los magros logros.
El valle de México expele la nata de las empresas en el estado número uno en el país, productividad equivale a polución, van entre las sendas del transporte público, arrastran sus cuerpos al abrirse los vagones.
Dentro de las oficinas, en las líneas manufactureras, las cadenas invisibles de la deuda de los Diputados Federales y de los Senadores, obligados a reducir las jornadas laborales.
Pasemos de las 48 horas obligatorias a 40, aun escandalicen el fino criminal llamado empresario nacionalista, millones de jóvenes sin futuro prefieren la existencia en el abismo.
Les importa seis meses de vida de lujo, mujeres, alcohol y ajuste de cuentas con todos aquellos llamados la contra.
Monterrey entregó el reparto de utilidades, disminuyeron a un tercio, ya incluido la caja de ahorros, apenas les depositaron en las cuentas de nómina presentaron las renuncias en carretadas.
Bonos de Alimento, combustible y de fidelidad cada tres meses no ha frenado la deserción, cientos de las empresas regiomontanas ni siquiera cumplen con las medidas de seguridad laboral, mucho menos con la responsabilidad social, destruyen el medio ambiente, amparados en los tribunales, pasaran años hasta archivar las denuncias.
Guadalajara en un llano, México en una laguna, Monterrey en el infierno de la frontera, en cualquier parte del país la muerte no pide permiso, solo reclama lo suyo, de manera lenta o expedita.