Mudanza, transformación… cambios
Allí, entre ropa doblada y libros apilados, no solo busco objetos: me busco a mí mismo.
Llegué justo al inicio del sexenio pasado.
Era como llegar al paraíso: una casa amplia, de un solo piso, con chimenea y un jardín que respiraba en cada amanecer.
En el centro, un nogal generoso que nunca se cansó de darnos nueces.
Atrás, la terraza: territorio de carnes asadas, de escritura y contemplación, de noches en que el murmullo del río y de los grillos era música.
Después de casi ocho años, llegó el momento de irnos.
Dejamos el lugar, la tierra, pero sobre todo dejamos a Paty, nuestra casera y vecina, que fue más que eso: fue guardiana del jardín, intérprete de la naturaleza, nos platicaba con un café en mano, por las mañanas, de la vida en Santiago y de la suya.
Su ausencia será más grande que de la inmensa casa que dejamos.
Ahora habitamos una casa nueva, más pequeña, de dos pisos y un patio modesto.
Hay más escaleras que horizontes.
El cambio obedece a razones prácticas: las escuelas de los niños, el trabajo de mi esposa, la cercanía con la ciudad.
Pero llevo un mes rodeado de cajas que no termino de abrir.
Cada una guarda no solo objetos, sino capítulos enteros de nuestra vida.
Y en este nuevo espacio aún no encuentro mi rincón, mi energía, ni a mí mismo.
Y entonces pienso:
- ¿Esto es transformación?
- ¿Evolución?
- ¿O una forma de perder algo de lo que ya éramos?
El país también vive su mudanza.
La llamada Cuarta Transformación prometió un nuevo orden, una redistribución, un reacomodo de la vida pública.
Como en mi casa, se abrieron cajas: igualdad, justicia, esperanza.
Pero no siempre sabemos dónde acomodarlas, ni cómo caben en los espacios de un México que no termina de reconocerse.
Los viejos muebles del sistema político siguen ocupando demasiado lugar, y el hogar nacional parece no completarse nunca.
Quizás la verdadera pregunta es si, en esta mudanza colectiva, sabemos todavía dónde guardamos nuestros recuerdos.
- ¿Dónde quedó el México de los sueños?
- ¿En qué caja escondimos nuestra confianza?
Hoy, mientras acomodo ropa y libros en estantes nuevos, espero encontrarme otra vez en estas paredes.
Espero que mi familia y yo descubramos que los recuerdos también saben mudarse, aunque lleguen desordenados.