¡No disparen, soy periodista!

Paco Peña DETONA: Nuestros colegas periodistas, en la total indefensión, enfrentan el peligro solo con una cámara, una pluma, una libreta y una grabadora.

El líder sindical colocó deliberadamente su pistola escuadra calibre 45 sobre el escritorio y a un lado un fajo de billetes.

Se acomodó con toda parsimonia la guayabera de algodón verde claro, dio una fuerte bocanada a su cigarro, expelió el humo en espirales hacia el techo y me soltó a bocajarro:

  __. “Te la voy a poner fácil mi amigo, tú no sacas esa información y vas a salir de esta oficina con una lanita de más, o la publicas y te atienes a las consecuencias ¿Cómo ves?”, sentenció mientras miraba de reojo el arma en cuyas cachas estaban insertadas en oro las dos primeras letras de su nombre la J de Jesús y la A de Arguelles.
 
  __. “Disculpe, señor, solo quiero que me conceda una entrevista para conocer su opinión sobre las declaraciones de la disidencia que lo involucran en la venta de un terreno del sindicato a empresarios japoneses”, le respondí desconcertado, tratando de ocultar mi nerviosismo.

  Entonces el hombre se revolvió incómodo en su mullido sillón forrado de piel exótica, lanzó un escupitajo amarillento en el cesto de la basura y me clavó como dos filosas dagas la mirada. 

Su rostro se transformó en un rictus de coraje. Solo el destelló que emanaba del anillo de brillantes contrastaba con el resplandor de sus ojos de un negro profundo.

 “Esos pendejos no merecen mis respetos, mucho menos mi comentario, nacieron jodidos y van a morir jodidos. Tú decides que escoges, un billete o convertirte en mi enemigo”, me advirtió algo, así como “plata o plomo”, al tiempo que con su mano me mostraba “amablemente” la salida de su despacho.

Aquel episodio ocurrió hace ya 36 años, cuando cubrí para el Canal 28 de Televisión y fui corresponsal de un periódico con sede en Houston, Texas; el proceso de cierre de Fundidora Monterrey, la maestranza del norte. 

Y fue también la primera amenaza directa que recibí en mis más de tres décadas que tengo de ejercer libremente el periodismo.

Desgraciadamente, en los tiempos violentos que estamos viviendo actualmente, azuzados por el crimen organizado y el narcotráfico, de las intimidaciones se ha pasado a las ejecuciones más atroces de periodistas en México, considerado uno de los países más peligrosos del continente americano para practicar esta profesión.

Según cifras de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, en los últimos 24 años, 163 periodistas han sido asesinados y más de 30 se encuentran en calidad de desaparecidos. 

De estos casos, el 98% permanecen impunes; mientras tanto, existen casi 900 expedientes de quejas por agravios sufridos en contra de los comunicólogos.

Esta situación ha llevado a la prensa a la autocensura, como una forma de no enfrentar a la muerte, y en Estados como Tamaulipas, Veracruz, Chihuahua, Guerrero, Oaxaca y Durango, los Carteles del narcotráfico simplemente son palabras prohibidas, que no encajan en las rotativas de los periódicos y resultan impronunciables en los noticieros de radio y televisión.

Pero no solo los grupos del crimen organizado atentan contra los informadores.

Reporteros sin Fronteras identifica a los depredadores de la libertad de expresión en los siguientes términos:

Políticos, dirigentes de instituciones de Estado, jefes religiosos, milicias u organizaciones criminales que atacan directamente a los periodistas, que hacen de la prensa su enemigo preferido, su bestia negra. Poderosos, peligrosos y violentos, están por encima de las leyes.

Con este nuevo ingrediente, la autocensura en los medios de comunicación es cada vez más grave; ahora las organizaciones criminales e influyentes personajes de la vida nacional se erigen en el gran editor, los que dictan desde afuera la línea a seguir en las redacciones de la prensa escrita y electrónica, su pretexto de lanzar su furia implacable.

El periodista regiomontano Diego Enrique Osorno cuenta la historia de un reportero de Culiacán, Sinaloa que utilizaba una pequeña libreta Moleskine roja en la que registraba los sucesos que acontecían durante el día.

"Luego los redactaba con objetividad como noticias, para después en un ritual cotidiano volver a escribir la nota, sustrayendo nombres y hechos, ahora sí para ser publicados".

"No para que se queden en su archivo personal, una especie de diario antropológico con la esperanza de que años después sirviera como constancia de la autocensura que nos impuso el narco a los reporteros en estos tiempos de políticos hipócritas que buscan legitimarse con nuestra sangre". 

"De narcos amantes del terror", detalla nuestro amigo Diego en su artículo titulado La Libretita Roja.

Así, en las libretas de cientos de reporteros del país de Monterrey a Cancún o de la región Lagunera a Nayarit se está quedando la realidad de lo que está sucediendo en México.

Detrás de acontecimientos tan dramáticos como los que estamos viviendo, hay muchos otros dramas ocurriendo, lejos de la vista de la mayoría de la gente. 

Nuestra realidad se está quedando guardada en libretas de apuntes como la Moleskine roja del reportero de Culiacán que describe Diego.

“No disparen, soy periodista”, rezaba la leyenda en una camiseta que un día le vi al colega periodista Benjamín Borges, ex colaborador de la revista Impacto, que me platicó que había comprado en la República del Salvador cuando cubría un conflicto armado. 

Esa frase, estoy seguro, guarda la súplica de miles de periodistas en México, que a diferencia de los soldados que van a la guerra, con casco, chaleco antibalas y fusil; nuestros colegas, en la total indefensión, enfrentan el peligro solo con una cámara, una pluma, una libreta y una grabadora; transitando así, en el filo de la violencia escondida en las esferas de poder en México, que los tiene siempre en la mira...

...al acecho para ser silenciados.

Paco Peña

Originario del Estado de Sonora, cursó estudios de Economía en la Universidad Autónoma de Nuevo León y es egresado de la carrera de Periodismo en la Facultad de Ciencias de Comunicación de la Máxima Casa de Estudios. En sus más de tres décadas como periodista ha incursionando en los ahora cuatro géneros de está apasionante actividad: Prensa, Radio, Televisión y medios cibernéticos. Actualmente es Director General del Blog Tinta en la Sangre con sede en Nuevo León y conductor titular del programa El EsKaparate que se transmite a través del Canal de TV Alternativa Antena Díez.