Pase por su carrito sangüichero
Todo esta paralizado. Ni siquiera la representación consular existe.
Perú, país mestizo a la par con México, cruza el pantano de la violencia y la inestabilidad política.
Vivir en sus ciudades, en los cinturones de miseria, a pesar de los avances, progreso y dinámica social, demuestra el verdadero rostro de la incertidumbre.
País disimulado, ostenta el rostro de los civiles. En sus centros y en cada ministerio, el control férreo, las consultas y todas las determinaciones, pasan por el consejo de ministros de la milicia.
Son quienes sostienen a costa de la marginación de todos aquellos humildes de la vida. Tan alto el precio de sangre, las desapariciones forzadas, como los juicios sumarios para quienes consideran revoltosos, fieles al anterior gobierno o con vínculos socialistas del extranjero.
Perú es y no, el feudo de la familia Fujimori. Sus negocios y de quienes les han prestado el nombre, arrastran verdaderas fortunas incluso a precio de infamia.
La nueva crisis diplomática, al nombrar a Andrés Manuel como persona no grata en su territorio, se ensaña con la poca habilidad del Canciller Marcelo Ebrard, el favorito a suceder en el poder, en todas las oficinas lobistas de Washington.
México y Perú, además de compartir el gusto por el entretenimiento y la tele porquería, viajan en la memoria de la historia, como dos grandes civilizaciones prehispánicas.
Reconciliar los territorios y los negocios comunes debe llegar pronto.
Tan a tiempo, como organizar las elecciones peruanas. Después de todo, operación cicatriz, podría ser un programa nuevo de Laura Bozzo.