¿Qué secretos guarda la Capilla Sixtina?
Este magno evento tiene lugar en la Capilla Sixtina, uno de los lugares más icónicos de la cristiandad, junto a la Basílica de San Pedro y la plaza del mismo nombre.
La Capilla es una joya del Renacimiento, el espacio donde el arte se transforma en oración y la historia de la Iglesia se escribe en cada cónclave.
Esta tradición se mantiene desde el año 1878, cuando el Papa León XIII fue elegido allí.
Desde entonces, la Capilla Sixtina se ha convertido en el lugar habitual de las asambleas cardenalicias.
La historia comienza cuando la Capilla Magna se renovó entre 1477 y 1480 por encargo del papa Sixto IV —de ahí su nombre—.
Desde entonces Capilla Sixtina fue concebida como capilla palatina, es decir, una capilla dentro del Palacio Apostólico del Vaticano destinada a las celebraciones más importantes del Papa.
Era, en esencia, su oratorio privado y ceremonial, un espacio sagrado donde se entrelazaban la fe y el poder pontificio.
Con el tiempo, la capilla adquirió un rol aún más trascendental, se convirtió en el lugar donde los cardenales se encierran para elegir al nuevo pontífice en el denominado cónclave.
Durante este proceso, el mundo entero mira hacia el techo de la Sixtina —y hacia una chimenea temporal instalada— en busca de señales.
El humo negro, que surge de la quema de las papeletas cuando no hay consenso, indica que aún no se ha elegido papa.
Solo el humo blanco anuncia al mundo que ha nacido un nuevo liderazgo espiritual, como ocurrió en 2013 con la elección de Jorge Mario Bergoglio, el primer papa latinoamericano, que tomó el nombre de Francisco.
La Capilla Sixtina es también un museo viviente.
Sus muros están cubiertos por frescos del siglo XV que narran escenas bíblicas, creados por artistas renacentistas como Botticelli, Ghirlandaio y Perugino.
Pero fue Miguel Ángel quien la transformó en una cumbre del arte universal.
Entre 1508 y 1512, pintó la bóveda con una interpretación monumental del Génesis, que incluye la célebre escena de La creación de Adán, donde los dedos de Dios y el hombre casi se tocan, un gesto que ha trascendido siglos.
Más tarde, entre 1536 y 1541, Miguel Ángel regresó para pintar El juicio final en la pared del altar, una obra imponente que representa la salvación y la condena con una intensidad espiritual única.
Durante su pontificado, el papa Francisco habló con frecuencia de la belleza como un camino hacia lo sagrado.
La Capilla encarna esa idea, un lugar donde la pintura no solo decora, sino que intercede; donde el arte no es adorno, sino plegaria.
Hoy, mientras se prepara el próximo cónclave, la Capilla Sixtina volverá a ser el corazón palpitante del Vaticano.