Asalto al poder
Una fotografía, testimonio de la instalación de la nueva Corte, muestra la concentración del poder absoluto en una sola persona y en un solo partido.
Claudia Sheinbaum inicia su segundo año de mandato como una presidenta sin controles, ni contrapesos constitucionales, ella, su partido y López Obrador son ahora dueños de todo.
Apenas pisó suelo mexicano, Marco Rubio declaró que su país atacará militarmente a los cárteles del narcotráfico sin importar el lugar donde estén.
El Marco Rubio que acusó como senador a López Obrador de entregar el país a los cárteles, vino a regalar sonrisas y felicitaciones protocolarias ante las cámaras.
La postura de Washington, sin embargo, es la misma: seguir presionando hasta que México acepte la cooperación militar en una guerra conjunta para desmantelar la “narcodemocracia”.
Las agencias de seguridad de Estados Unidos saben que los cárteles están dentro de Morena, gobernadores, presidentes municipales, legisladores, juzgadores de la nueva Corte, forman parte de una estructura político criminal donde ya es difícil distinguir fronteras.
La costosa propaganda del primer Informe de Gobierno tuvo un claro objetivo: limpiarle la cara al régimen. Decirle al ingenuo y sobornado mercado electoral de Morena que el gobierno sigue siendo “humanista, democrático, honrado y popular”, pese a las declaraciones de “El Mayo”: “el imperio de cocaína lo construí sobornando a políticos del pasado, pero también del presente”.
El 1 de septiembre se acabó el México de la división de poderes, la presidenta pronunció un discurso que pudo haber sido redactado en Palenque.
Un texto que no deja duda de que el obradorato sigue gobernando y de que el proyecto autocrático de la 4T –con juzgadores espurios, electos mediante “acordeón”– se cumple con éxito.
Sheinbaum no habló a los mexicanos. ¿Para qué? No se dirigió a la nación. ¿Cuál nación? Se limitó a decirle a los 30 millones de la masa electoral de Morena “¡Vamos bien y vamos a ir mejor!