¿Cómo sería México sin el INE?

La reforma electoral que promueve López Obrador es el escalón más cercano a una dictadura.

¿Cómo sería México sin el INE?

La respuesta es simple: sería un país donde las elecciones estarían totalmente controladas por el gobierno y donde el “gran elector” o el único arbitro sería el Presidente de la República.

La nueva credencial electoral del nuevo instituto perdería el valor y el significado que hoy tiene. El régimen nos obligaría a sacar el “carné de la patria”, –como los venezolanos–, para controlar y cooptar el voto.

El Instituto Nacional de Elecciones y Consultas (INEC) –nombre del nuevo INE– impondría un calendario electoral a conveniencia del gobierno. Postergaría o adelantaría las elecciones a conveniencia, podría fraccionar las intermedias y autorizarlas solo en aquellos lugares donde Morena tuviera posibilidades de ganar.

El INEC, controlado por el presidente, cerraría el registro electoral y dejaría de emitir credenciales de elector si considera que representa un riesgo aumentar el número de votantes.

También inhabilitaría partidos y candidatos opositores cuando considere que constituyen un riesgo para el partido oficial.

La reforma electoral de López Obrador busca desaparecer a los partidos de oposición para convertir a Morena en partido único. Luego vendría la prohibición de coaliciones, la creación de nuevos partidos político y de Asociaciones Políticas Nacionales para enterrar a la oposición.  

En caso de celebrarse elecciones, el Ejército y el crimen organizado –aliado de Morena– estarían resguardando las urnas para garantizar que el voto favorezca al partido del presidente.

Los opositores –como ya sucedió con la reforma eléctrica– serían exhibidos como traidores a la patria, se les prohibiría participar en política, serían secuestrados, asesinados, como en el 21, o bien, bajo una tiranía más consolidada serían exiliados o acusados de terrorismo.

La reforma electoral que promueve López Obrador es el escalón más cercano a una dictadura. México entraría a un mundo sin división de poderes y donde los procesos electorales sólo servirían para legitimar al autócrata.

Como bien dice el politólogo Moises Naím, a los dictadores les gustan las elecciones para legitimar y justificar sus gobiernos arbitrarios. Por eso AMLO quiere robarse el INE. Lo necesita para que su proyecto político sobreviva, para que él mismo –de manera directa o a través de un sucesor– se haga vitalicio, pero también para convocar a las masas a votar y dar la apariencia de que se gobierna en democracia.

Por eso, como bien dijo el Consejero Presidente del INE, Lorenzo Córdova, “la mejor reforma, es que no haya reforma”.

Los diputados y senadores del bloque opositor necesitan entender que no hay condiciones para negociar modificaciones a la iniciativa que envió el presidente. Cualquier intento es un acto de ingenuidad o un coqueteo para volver a traicionar a México, como ya lo hizo el PRI.

No hay condiciones porque la reforma electoral obradorista es el último y más importante recurso del sexenio para acabar de una vez por todas con la República e imponer el proyecto dictatorial de López Obrador.

Beatriz Pagés Rebollar

Directora general de la Revista “Siempre”, una de las más influyentes de México, fundada en 1953 por su padre, Don José Pagés Llergo. Ha formado parte de los equipos de Televisa, Canal 11, Multivisión, CNI, Canal 40 y es comentarista política de numerosos medios. En 2019 renunció al PRI, donde militó gran parte de su vida.