Era Cuauhtémoc, no AMLO

Rogelio Ríos DETONA®: A las generaciones de mexicanos jóvenes no les tocó vivir la elección presidencial de 1988 en la cual, por primera vez en la historia política contemporánea del país, dos candidatos de oposición plantearon un desafío profundo al candidato del partido gobernante.
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Fue en esa elección presidencial en donde se abrió la puerta al populismo y se empezó a cerrar para el avance de las tendencias socialdemócratas y socialistas moderadas que luchaban en contra de la hegemonía del Partido Revolucionario Institucional (PRI). 

Hasta ahí se puede rastrear el origen del radicalismo del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), del cual Claudia Sheinbaum es su exponente actual después de la gestión de Andrés Manuel López Obrador. 

Con un liderazgo político pobre al interior y exterior, sin el control de Morena y asediada por el crimen organizado y las presiones del gobierno de los Estados Unidos, Sheinbaum no tiene otra salida que el radicalismo: gobernar sola, sin oposición ni contrapesos, aplastar a la oposición y los medios de comunicación y buscar la sobrevivencia política agarrándose con las uñas del poder. 

¿Cómo llegó ella a esta situación?

Recapitulemos sobre la elección de 1988. 

La izquierda mexicana tuvo a su candidato fuerte en la persona de Cuauhtémoc Cárdenas, el hijo del General Lázaro Cárdenas que había dado muestras de radicalismo durante su gestión presidencial (1936-1940).  

Cárdenas fue impulsado por el Frente Democrático Nacional, formado exprofeso para la elección presidencial, que era una coalición amplia que recibió a los integrantes de la Corriente Democrática (escindida del PRI), del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM), del Partido Popular Socialista (PPS), del Partido Mexicano Socialista y el Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional. 

Después de la derrota de Cárdenas ante el candidato priista Carlos Salinas de Gortari, parte de esas fuerzas políticas formarían el Partido de la Revolución Democrática (PRD), un partido más ubicado hacia el centro político (la socialdemocracia) que al radicalismo: sus siglas eran contradictorias (¿cómo es posible una revolución democrática?), tanto como sus integrantes. 

Una década antes, la reforma política de 1977, bajo la mano de Jesús Reyes Heroles (secretario de gobernación del presidente López Portillo), abrió espacios políticos a la oposición, entre ella, al Partido Comunista Mexicano de corte radical y estalinista. 

El otro candidato contendiente, Manuel Clouthier (Partido Acción Nacional), con su personalidad fuerte y liderazgo personal que conectaba con la gente, representaba una versión conservadora, pero con orientación social (lo que en Europa equivaldría a los socialcristianos). 

Fue un asunto muy debatido en su momento la posibilidad de una alianza entre el Frente Democrático y el PAN para presentar la candidatura única presidencial, pero, desafortunadamente para México, no se logró un acuerdo.

Cárdenas (31.1% de los votos y 5,9 millones de sufragios) y Clouthier (17% de votos y 3.2 millones de sufragios) no pudieron vencer, en una contienda con el suelo totalmente disparejo a favor del candidato oficial, a Salinas (50.3% de votos y 9.6 millones de sufragios). 

Después de 1988, la izquierda y la derecha mexicanas siguieron sus andares separados.

No sé si para la elección del año 2030 lo que quede de la oposición presentará una candidatura unificada para el Poder Ejecutivo, tal vez sea demasiado tarde en vista del avance acelerado de la destrucción de la democracia mexicana. 

De la izquierda mexicana desaparecerían después, por la edad o por el desgaste político, las figuras como el propio Cuauhtémoc, Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez, Heberto Castillo, reformistas que conocían bien los límites de lo que podía soportar el sistema político mexicano y no los traspasaban.

Cuando veo a figuras de la izquierda radical de esos años que hoy están montadas en el gobierno morenista, me doy cuenta de que, poco a poco, el pensamiento radical que tiende naturalmente al autoritarismo, tal como la cabra tira para el monte, fue ganando terreno hasta prevalecer. 

Andrés Manuel es un caso similar, pero con matices.

López Obrador es de izquierda lo que yo tengo de astronauta: nada.

Más bien, es un ejemplo del oportunista político que tanto detestaban Marx y Engels: el que se disfraza de lo que sea con tal de acceder al poder. 

La trayectoria política de Andrés Manuel es clara: después de sus años de militancia priista (a la sombra de Enrique González Pedrero en Tabasco), navegó sin problemas de conciencia hacia el PRD y luego, cuando ya no le convenía ese partido político, fundó otro: el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), partido que durará hasta la siguiente escisión de la izquierda radical a la muerte de su mesías.

Bajo su sombra y al cobijo de Morena, la izquierda radical que en un tiempo convivió incómodamente con los socialdemócratas del Frente Democrático en 1988 y luego en el PRD, salió al fin del clóset y se muestra hoy tal como es: intolerante, autoritaria y de fanatismo ideológico a toda prueba. 

Se quedaron solos los morenistas duros, los parvenús trepadores para gobernar a sus anchas.  

En el lado conservador, desaparecieron los líderes audaces como Clouthier padre e inteligentes como Carlos Castillo Peraza.

Se esfumó la generación de empresarios que supieron jugar el papel de contrapeso al poder. 

Era Cuauhtémoc, no AMLO, quien hubiera sido el mejor presidente de izquierda en México: era el reformismo, no el radicalismo.
https://vimeo.com/1015118818
Rogelio Ríos Herrán

Egresado de la Licenciatura en Relaciones Internacionales por El Colegio de México (1981)  y desde 1994 se ligó a los medios de comunicación como comentarista y productor en Radio Nuevo León y la televisión pública y colaborador y columnista en periódicos en Nuevo León y Arizona y Georgia, en Estados Unidos. Durante más de 18 años se desempeñó como editor de opinión en el periódico El Norte (Grupo Reforma), en donde además durante 15 años fue un editorialista regular con análisis sobre coyuntura de política internacional, Estados Unidos y asuntos mexicanos. Desde 2019 y hasta 2021 colaboró en Grupo Visión de Atlanta, Georgia, y condujo el programa radial Un Café Con Atlanta.