La violencia en la marcha de la Generación Z
La hoy Presidenta Sheinbaum, entonces alumna de la Facultad de Ciencias, fue una de las participantes de aquel movimiento, por lo que sabe bien lo que representa la protesta pública como herramienta legítima de expresión social.
Desde hace algunos años, un grupo conocido como el bloque negro, caracterizado por vestir de negro y cubrirse el rostro, se ha dedicado a infiltrarse en marchas pacíficas en la Ciudad de México.
La movilización de los jóvenes de la Generación Z y del llamado Movimiento del Sombrero, realizada el pasado sábado, no fue la excepción.
El saldo volvió a ser el mismo, policías y manifestantes heridos, algunos incluso hospitalizados.
A estas alturas, tanto el Gobierno de la Ciudad de México como la Fiscalía General de la República deberían contar ya —si no es que cuentan desde hace tiempo— con información precisa sobre los integrantes de este grupo dedicado a reventar protestas.
Diversos analistas han señalado presuntos vínculos del bloque negro con Morena, y antes de ello, con la corriente afín al lopezobradorismo dentro del PRD en los años en que eran oposición al gobierno de Peña Nieto.
Sea cual sea el origen, lo cierto es que su presencia continúa utilizándose para desvirtuar cualquier movilización ciudadana que son utilizadas para expresar demandas y malestar social del momento.
La Generación Z tiene demandas reales y urgentes.
Es una generación preparada académicamente, pero enfrentada a un mercado laboral limitado, precario y sin seguridad social para la mayoría.
Más de la mitad trabaja en la informalidad; muchos permanecen solteros, no por gusto, sino porque no cuentan con los recursos para asumir nuevas responsabilidades sin una estabilidad económica que les permita formar una familia.
Exigen seguridad, porque son blanco del crimen organizado; este grupo etario concentra algunas de las cifras más dolorosas de muertes y desapariciones.
A este panorama se suma la desincentivación de inversiones derivada de la falta de seguridad jurídica tras la reforma al Poder Judicial y los cambios a la Ley de Amparo, además de las extorsiones y cobros de piso que la delincuencia organizada impone impunemente a productores y empresarios.
Bajo estas condiciones, el horizonte para esta generación se vuelve cada vez más sombrío, y difícilmente podrán ser contenidas sus inconformidades con programas sociales que no resuelven sus necesidades estructurales.
Si la economía continúa creciendo por debajo del 1 por ciento, como se ha pronosticado, y si el gobierno no atiende de manera seria las problemáticas que enfrentan estos jóvenes sin futuro, será la Generación Z quien podría encabezar una protesta masiva con consecuencias políticas, económicas y sociales que el país no ha visto desde hace décadas.
