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Las causas perdidas

Por Samuel Rodríguez Medina.

Estamos hechos de la misma sustancia que nuestros sueños.

La frase que Shakespeare planta en la vida como una flor imposible no pierde su fuerza. Los sueños habitan en nuestra realidad modificándola hasta hacer de nuestras vidas un espacio delirante en donde la fantasía, el ensueño, o la pesadilla conquistan su espacio propio en el mundo de los despiertos.

Ahí, en ese mundo de despiertos, los sueños son los defensores de las causas perdidas, de las causas menos valiosas en un mundo entregado a la razón calculadora, el consumo, la medición o los resultados inmediatos.

Los sueños, las causas perdidas, son la otra parte, una parte indispensable para la subsistencia de toda una especie en peligro de morir por su propia ambición.

Las causas perdidas como la defensa de un parque, la colocación de un paso cebra en una transitada avenida, la defensa de los bosques de la mariposa monarca, la colecta para personas desamparadas, la protesta feminista, la búsqueda de desaparecidos en los huecos más oscuros de nuestro país, la defensa de la memoria en Sudamérica, la protección a migrantes en México, las luchas a favor de la paz y la justicia en Colombia, la defensa del agua en Bolivia...son las cosas que nos mantienen vivos. 

Son batallas que generalmente arrancan con derrotas contundentes pero que gracias a la resistencia de la gente logran algo que no logra ninguna empresa comercial del mundo: nos generan lucidez. 
También el arte es una causa perdida.

Borges, que intentó escribir del principio luminoso más grande llamado “El Aleph” y era ciego.

El Greco, que quiso ver a dios en la figura humana.

Fellini, que sacaba lágrimas de entre lo absurdo y la risa agotada del siglo XX.

Clara Peeters, que se implicó en el filo del olvido y sobrevivió en su pintura.

Van Gogh, que capturó el instante inocentemente y luego no pudo soportarlo.

Akira Kurosawa, que vio el horror y lo convirtió en la poesía más grande en la historia del cine.

Gioconda Belli, que defiende la paciencia del erotismo en un mundo consagrado a la velocidad inmunda. 

Tú, querido lector que sacas fuerza de la vida y de la muerte para pervivir en un mundo arrasador, también tú eres una causa perdida que debes defender, porque te va la vida en ello. 

No lo dudes, enamórate de las causas perdidas.