Las insignias en la historia
Napoleón Bonaparte llegó a creer que los colores de su bandera francesa: azul, blanco y rojo, los mismos utilizados por su supuesto enemigo británico, fueron los que realmente dominaban al mundo cuando los portaba, y cuando los combinaba cabalgando a su épico corcel blanco.
Todas las civilizaciones humanas han utilizado insignias, emblemas, o símbolos para demostrar su liderazgo, poderío, y soberanía, basta reconocer la influencia que ha tenido el águila sobre un nopal devorando a una serpiente.
Desde Mesopotamia se comenzaron a utilizar figuras de animales, de estrellas, perfiles de reyes y soberanos.
También en Egipto se utilizaron animales como leones, águilas, víboras, y cabras, además del famoso ojo egipcio, con los que demostraron haber sido el imperio más poderoso de la Historia, gracias al hebreo José.
Y así sucesivamente todos los imperios que han dominado a la humanidad han utilizado insignias, pasando por el león persa con una espada, la estrella del Rey de Israel:
David, que significa el equilibrio humano entre lo espiritual y lo material, el perfil de Alejandro Magno con cuernos de carnero, el águila romana con la inscripción SPQR que representaba al Senado durante su máximo apogeo (Senatus Populusque Romanus), el mismo que asesinó a Julio César, los perfiles de los césares romanos que siempre demostraban soberbia, la misma cruz del cristianismo, y las banderas de cada país de alguna manera, por mencionar a las principales.
Desafortunadamente, después de utilizar el símbolo de la suástica como representatividad del muy desafortunado imperio fugaz nacionalsocialista, la humanidad no fue capaz nuevamente de manejar su mismo poderío de esta manera, en los últimos 79 años, con insignias, ni siquiera con la hoz y el martillo, el águila de cabeza blanca, o la media luna creciente islámica.
Lo que planteo en el presente ensayo con este preámbulo es la posibilidad de dominar nuevamente a la humanidad entera por medio de alguna insignia mundial trascendental, sobre todo a la juventud actual que se encuentra tan descarrilada, y de alguna manera, así, poder encaminarla.
Y no tendría que ser una insignia muy idealista ni representativa de algún movimiento, lo que llevaría a su éxito sería la manera de presentarla, con un liderazgo grandioso, tal como el que necesita la humanidad actual, que cambie paradigmas, pensamientos, costumbres, y y hasta personalidades.