López-Gatell: premio a quien llenó ataúdes
La noticia, en sí misma, es amarga, pero el efecto de su veneno se multiplicó cuando Claudia Sheinbaum, con una sonrisa plena en el rostro, confirmó que ella era la responsable de ese nombramiento y que lo decía “con gusto”.
La Presidenta premia al responsable de un crimen contra el pueblo de México.
A quien junto con López Obrador ocultó y minimizó la gravedad de la pandemia de COVID-19 en 2020 por razones políticas.
Ni López-Gatell debería ir a Ginebra, ni López Obrador debería de estar en Palenque.
Ambos deberían de estar, en este momento, enfrentando la justicia por ser los culpables de miles de “muertes en exceso”, de que hayan fallecido más de 800 mil mexicanos, que hoy deberían estar vivos.
La cifra no es “alegre”, ni producto de una invención.
Son los datos publicados por el Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud (IHME), con sede en la Universidad de Washington.
El éxito o fracaso en el manejo de pandemia dependió de lo que hicieron o dejaron de hacer los gobiernos, de tener líderes demócratas, honestos y responsables o populistas corruptos y autoritarios.
López Obrador y López-Gatell no solo se dedicaban en cada “mañanera” a ocultar la gravedad de la epidemia, sino a propiciar que los contagios se extendieran.
¿Qué decían?
“Los cubre bocas no sirven, es mejor una estampita milagrosa”.
Despreciaron la ciencia e impidieron la participación de expertos, pese a que las chimeneas de los hornos de incineración no dejaban de humear.
El Presidente y su subsecretario de Salud operaron como agentes de la muerte.
O para decirlo más claro: como exterminadores de México y de los mexicanos.
La frase salida de la perversidad: “la pandemia me vino como anillo al dedo” está escrita sobre la lápida de los más de 800 mil mexicanos fallecidos.
Sheinbaum premia “con gusto” al corresponsable de un saldo ominoso de guerra, de más de 215 mil huérfanos.
Niños y niñas que hoy podrían estar con sus padres si muchos de ellos hubieran tenido acceso a un centro de salud equipado o si simplemente hubieran recibido orientación e información oportuna y veraz.
El reconocimiento a López-Gatell es un insulto a las familias de los médicos, camilleros, enfermeras y residentes que se contagiaron y murieron a causa de una disposición política.
Era más importante mantener la “austeridad republicana”, llevar hasta el fin el “proyecto de trasformación” que dispersar recursos para salvar vidas.
Lo que hace Sheinbaum es proteger y dejar impune a quien operó con toda alevosía una política de salud que llenó ataúdes.
A quien no tuvo como médico el valor de renunciar a su cargo, antes de convertirse en cómplice de un exterminio.