Los tiempos de Dios
Estaciones van en el tiempo humano.
Quienes somos frente al infinito, luego inventamos la pléyade de estrellas, la guerra y hasta la domesticación de las mujeres.
El dios Zaratustra vino en caída libre, retirado por los humanos, dejó de circular en las mentes de sus adoradores en el medio oriente, antes del advenimiento de la tierra caldea, hebrea, árabe y fenicia.
Los tributos envejecieron a raíz del olvido del practicante.
En las plazas públicas llegaron los predicadores de la superación personal, el camino es uno y uno es con el camino, el público observante asintió vehemente.
La salvación personal eterna.
Ya nadie caerá en el gran lago de fuego de azufre, como los calderos hirviendo en las batallas a la toma de las polis.
Griegos, Romanos y el resto del mundo desconocido mapearon las estaciones.
Buena cosecha hijos vivos lanzados a las barrancas, tiempos vilipendiados, la ira celestial ha venido sobre nuestras cabezas, al fuego los bebés, calmando al monte.
Zaratustra en su aposento alto lo permitió todo.
Ahí van los humanos destruyendo a sí mismos, la revolución industrial, el marxismo leninista, el capitalismo neoliberalista, la primera, segunda y la tercera guerra mundial, conocida como la contienda fría.
Ojalá algún día construyan una torre para venir a conocerme.
Pensó en sus adentros, en la primera misión fuera de la tierra se fue de espaldas.
Los tiempos de Dios son perfectos, pensó en su meditación matutina, se lavo las manos y los pies, sentado a comer, en compañía de la peste, la guerra, la hambruna y la versión bizarra de sí mismo.
Dio gracias por la necedad del homo sapiens.