Rehumanización (II): La Píldora del Olvido e Indiferencia.

Carlos Chavarría DETONA® Hace algunos días publique una reflexión sobre la violencia que conduce al asesinato, esa publicación coincidió en que ese día, en la Universidad de Utah en los EEUU fue arteramente asesinado el joven activista Charlie Kirk dedicado a reforzar tradiciones de la cultura norteamericana y cuyo propósito era confrontar al llamado “wokismo”.
https://vimeo.com/1091444957

El término "wokismo" (derivado de la palabra en inglés "woke", que significa "despierto") se refiere a un estado de alerta ante las injusticias sociales y raciales.

Originalmente, se usaba en las comunidades afroamericanas en Estados Unidos para referirse a la conciencia de la opresión racial, sin embargo, su significado ha evolucionado y hoy en día es un concepto muy debatido y con frecuencia utilizado con connotaciones negativas.

En su uso actual, el término se usa por lo común  para criticar lo que se percibe como un exceso de corrección política y una cultura de la cancelación.

Los críticos del "wokismo" argumentan que se ha convertido en una ideología que se enfoca en la opresión histórica, a veces de una manera que divide a la sociedad y censura las opiniones que no se alinean con sus principios.

Por el contrario, sus defensores sostienen que es un movimiento necesario para corregir injusticias arraigadas y dar voz a minorías y grupos considerados como marginados.

El discurso de odio representa la negación de los valores de tolerancia, inclusión y diversidad, así como de la propia esencia de las normas y derechos que rigen los derechos humanos.

Puede exponer a las personas que son objetivo de este tipo de discurso a la discriminación, los abusos y la violencia, además de la exclusión económica y social.

Las expresiones de odio pueden incluso dañar sociedades, perjudicar la paz y desarrollo, ya que son caldo de cultivo para los conflictos, las tensiones y las violaciones de los derechos humanos, entre ellos, los crímenes atroces. {https://www.un.org/es/hate-speech/impact-and-prevention/why-tackle-hate-speech}.

 Hoy ya se sabe de cierto, que el asesino es otro joven que en lado opuesto ideológico, fue acumulando resentimientos hacia la figura de su víctima y su discurso.

Un crimen de odio es un delito tradicional, como una agresión o vandalismo, cuyo móvil es la hostilidad o el prejuicio basado en una característica real o percibida de la víctima, como su raza, origen étnico, nacionalidad, religión, género, identidad de género, orientación sexual o discapacidad.

No es el odio en sí mismo lo que constituye un crimen, sino la comisión de un acto delictivo con esa motivación. 

Los crímenes de odio hablan del prejuicio y como este sesga el pensamiento hacia causas falsas para problemas reales.

Se refuerzan las creencias destructivas y verdades a modo y super simplificaciones de lo que no se comprende pero se juzga,  y así se forma una cadena de convencimientos que  solo alimentan la frustración contra algún vértice del estado de las cosas en cualquier tema.

Históricamente, los conflictos sociales y las tragedias han seguido patrones reconocibles: la deshumanización de un grupo, la polarización de la sociedad y la justificación de la violencia.

Sin embargo, cuando la memoria colectiva falla, estos patrones se vuelven invisibles, cada nueva generación enfrenta estos desafíos como si fueran completamente nuevos y únicos, sin el beneficio del conocimiento histórico para guiarse.

 El departamento de Justicia de los EEUU ha publicado que  en 2023 se cometieron, solo en ese país 11,447 crímenes deodio, una verdadera pandemia se podría decir. {https://www.justice.gov/hatecrimes/2023-hate-crime-statistics}

No podemos simplemente decir que estaban en un momento de locos y voltearnos hacia otro lado.

En la arena política y social de nuestra época, la conversación se ha transformado en un campo de batalla, los debates se han vaciado de pudor y respeto, y el lenguaje se utiliza como un arma para deshumanizar al adversario.

La vulnerabilidad de las personas "que aún no están preparadas para no dejarse llevar por pensamientos sesgados".

En una era de sobresaturación de información, sin una educación cívica sólida y una cultura que valore la reflexión, es fácil caer en narrativas simplistas que nos dan un "enemigo" claro al que culpar.

En este escenario, la figura del “enemigo” se erige como la base de las narrativas de todos los bandos, una estrategia que, históricamente, ha demostrado ser la semilla del caos social.

Esta dinámica se ve amplificada por la inmediatez de la era digital, donde la falta de una moderación moral prudencial, especialmente por parte de los dueños de la internet, se convierte en un catalizador de la confrontación.

Los dueños de las plataformas de internet, al priorizar el "engagement" sobre la moderación prudencial, contribuyen a la amplificación de estos discursos, haciendo que las narrativas polarizantes lleguen a un público más amplio y menos crítico.

 Ante este panorama, es crucial reflexionar sobre la importancia de la convivencia y el "lenguajear", el intercambio respetuoso que reconoce la legitimidad del otro.

La raíz de esta problemática no es la falta de información, sino una preocupante pérdida de la memoria. 

En un mundo saturado de estímulos y de gratificación instantánea, parece que colectivamente hemos tomado la "píldora para la indiferencia" de la que escribió Aldous Huxley en su obra Un mundo feliz. En esta distopía, una droga llamada soma

garantiza la felicidad superficial y facilita el olvido, sumiendo a la sociedad en un estado de apatía. 

Esa indiferencia nos impide reconocer los patrones destructivos subyacentes que se repiten a lo largo de la historia.

Nos olvidamos de las tragedias y los conflictos del pasado, lo que nos hace vulnerables a las mismas tácticas de deshumanización, polarización y odio que han sembrado el caos en épocas anteriores.

Como resultado, cada nueva generación se enfrenta a los mismos problemas como si fueran inéditos, sin la brújula moral e histórica necesaria para evitarlos.

La sobreabundancia de bienes y entretenimiento puede servir como una distracción, alejándonos de los problemas sociales y políticos.

Al igual que el soma, el consumismo promete una gratificación instantánea y superficial que nos impide reflexionar sobre cuestiones más profundas.

La solución a este problema no se encuentra en la censura o en la restricción de la libertad de expresión, sino en la adopción de una moralidad prudencial mínima.

Esta no es una ideología, sino un conjunto de principios éticos que actúan como una muralla contra el nihilismo. 

La moralidad prudencial nos obliga a reconocer la humanidad del otro, a valorar la verdad sobre la conveniencia y a priorizar la convivencia sobre la victoria.

Es en este espacio donde el "lenguajear", un término acuñado por el pensador chileno Humberto Maturana, se vuelve fundamental. Maturana nos enseñó que el lenguaje es la base de la convivencia y la prosociabilidad.

El "lenguajear" no es solo hablar, es el acto de coordinar acciones a través de una conversación que respeta la otredad. Es un intercambio que reconoce que la realidad es intersubjetiva y que la verdad no le pertenece a nadie.

En contraposición al uso de la conversación como vía de convivencia se encuentra la polarización social mediante la manipulación de la comunicación que deforma el lenguaje para servir a intereses políticos, una crítica que asunto que el eminente lingüista Noam Chomsky  explorado con profundidad, mostrando cómo la información puede ser utilizada no para informar, sino para controlar.

La tesis principal de Chomsky, especialmente en su crítica a los medios y al poder, es que el lenguaje y la información no son herramientas neutrales.

En su modelo de "propaganda", él argumenta que los medios de comunicación, lejos de ser objetivos, operan dentro de un sistema que filtra y moldea la información para servir a los intereses de todo tipo de élites políticas y económicas.

Chomsky sostiene que esta manipulación no siempre es obvia o intencional; a menudo es un subproducto del sistema mismo, los medios dependen de fuentes oficiales y de corporaciones para obtener ingresos, lo que crea un sesgo sutil pero poderoso a favor del statu quo.

En este sentido, el lenguaje se deforma y se simplifica para encajar en narrativas preaprobadas, y el debate se limita a un rango de opiniones aceptables, excluyendo las voces disidentes.

En resumen, la tesis de Chomsky es que el lenguaje se convierte en un instrumento de control, no de información, y que esta manipulación sistemática es una amenaza directa a la democracia y la vida en sociedad.

Al final, la capacidad de una sociedad para sobrevivir no reside en su poder o su riqueza, sino en la solidez de sus relaciones y la calidad de su convivencia.

Debemos resistir la tentación de la indiferencia y el olvido, y en su lugar, comprometernos a cultivar la memoria colectiva y reconstruir nuestra capacidad de dialogar con respeto, si no aprendemos a reconocer los patrones de manipulación y a resistir la deshumanización, el caos social se intensificará y la violencia continuará siendo una consecuencia devastadora. 

Solo así podremos romper los ciclos de odio destructivos y construir un futuro donde la convivencia no sea una utopía, sino la base de nuestra realidad compartida.

 

https://vimeo.com/1115590494
https://vimeo.com/1115590526
https://vimeo.com/1015118818
https://vimeo.com/1091496933
Carlos Chavarría

Ingeniero químico e ingeniero industrial, co-autor del libro "Transporte Metropolitano de Monterrey, Análisis y Solución de un Viejo Problema", con maestría en Ingeniería Industrial y diplomado en Administración de Medios de Transporte.