Rendir cuentas: el tema olvidado en los ‘informes de gobierno’

Carlos Arredondo DETONA® El régimen priista, inaugurado por Plutarco Elías Calles y perfeccionado por Lázaro Cárdenas, es el origen de toda la “ritualidad del poder”, tal como la conocemos en México.
https://vimeo.com/1091444957

Concebidos con el propósito exclusivo de consolidar y sostener un estilo de gobernar más bien propio de las monarquías, los rituales del poder en México han sobrevivido a la “alternancia democrática” y permanecen hoy básicamente intactos.

Ya no gobierna el PRI -a nivel nacional-, pero los usos y costumbres diseñados en la época de la “dictadura perfecta” han sido copiados -y, en nos pocas ocasiones, incluso exacerbados- por quienes fueron -e incluso dicen seguir siendo- sus detractores pero hoy detentan el poder.

Uno de esos rituales es el relativo al acto de “informar”.

Desde el diseño institucional, los informes de gobierno están vinculados a la obligación constitucional y legal de rendir cuentas… pero en nuestros días los informes se tratan de todo, menos de rendir cuentas, es decir, de someterse al juicio del soberano, el pueblo.

Da igual si vemos el de la morenista presidenta Claudia Sheinbaum; el del emecista gobernador de Nuevo León, Samuel García, el del priista mandatario en Coahuila, Manolo Jiménez o el de cualquier alcalde, de cualquier localidad del país: los rituales ejecutados son exactamente los mismos.

Acaso cambia la escenografía, el costo del montaje, los colores con los cuales se viste el escenario… pero la esencia es idéntica en todos los casos.

Porque, como en los mejores tiempos de los inventores de la receta, los informes se tratan de rendir culto a la personalidad del tlatoani en turno, del individuo todopoderoso sin cuya intercesión nada sería posible, ni a nivel colectivo ni individual.

Exactamente de espaldas al mandato legal, los informes tienen como propósito esencial la entrega de ofrendas de gratitud a los gobernantes… como si de monarcas se tratara.

No importa el origen partidista ni el color del chaleco -prenda hoy tan de moda- con el cual se vistan: nuestros políticos se hacen organizar actos de reconocimiento en los cuales ellos -no sus resultados, no sus saldos negativos, no las expectativas colectivas- ocupan el papel central.

Se les aplaude, se les felicita y se les reconoce porque han sido capaces de transformar la realidad; porque si no fuera por sus relevantes capacidades y su talento excepcional, la calle seguiría a oscuras y sin pavimentar; la escuela estaría en ruinas, nadie tendría trabajo y todos transitaríamos con temor por las ciudades y el campo, sin importar la hora o el día.

No se les somete a evaluación ni se les confronta con la pobreza de resultados, algo permanentemente cierto pues los rezagos no cesan de adelantar a las acciones públicas.

Tampoco se les reprocha por los muchos yerros en los cuales, voluntaria o involuntariamente, de forma inevitable incurren.

Menos aún se nos ocurre sancionarles por sus excesos, por el despotismo con el cual ejercen el poder y por lo caprichoso de su conducta.

Y de la corrupción, omnipresente en el servicio público, pues ni qué decir…

“De eso no estábamos hablando”, dirá con humor necesario cualquiera medianamente entendido de la cultura política a la mexicana.

Y, en efecto, de lo verdaderamente importante en el proceso de informar -como del futbol y la religión en las conversaciones familiares- preferimos no hablar.

Todo mundo tiene quejas y las expresa -siempre en privado, por supuesto- a la menor provocación.

Todo mundo conoce una insuficiencia, ha sido testigo de un yerro, supo de primera mano los detalles de un exceso…

Pero todo mundo prefiere guardar silencio porque hacer lo contrario es “meterse en problemas”, una idea insertada -con diabólica eficacia- en el inconsciente colectivo por el antiguo régimen y de la cual siguen siendo beneficiarios quienes hoy gobiernan.

Evitar meterse en problemas forma parte de la ritualidad del poder.

Es el complemento con el cual contribuimos los ciudadanos.

Nuestros políticos, todos, conocen y entienden bien esta realidad.

Y actúan en consecuencia.

Por ello esperan con particular entusiasmo la temporada de informes.

Porque eso les permite alimentar, así sea por una horas, su ego híper inflamado y auto afirmarse aún más en la principal de sus certezas: nacieron para ubicarse por encima de los demás, para ocupar un sitial de privilegio y, desde luego, para ser adorados por ello.

Para eso se inventó la ritualidad del poder… ¿y quiénes somos nosotros para intentar modificarla?
https://vimeo.com/1115590494
https://vimeo.com/1115590526
Carlos Alberto Arredondo Sibaja

Periodista con más de 35 años de experiencia en medios de comunicación impresos y electrónicos. Ingeniero Industrial y de Sistemas por la Universidad Autónoma de Coahuila y Licenciado en Derecho por la Universidad del Valle de México. Además, es máster en Administración y Alta Dirección por la Universidad Iberoamericana y tiene estudios concluidos de maestría en Derechos Humanos en la Facultad de Jurisprudencia de la UAdeC. Se ha desarrollado profesionalmente en el servicio público, la academia y el periodismo. Actualmente ers integrante de la Comisión de Selección del CPC, del Sistema Anticorrupción de Coahuila.