Un presidente toma pelo
Sí se desvaneció, sí tiene COVID, pero de manera alevosa y premeditada dejó que corrieran versiones y rumores sobre su gravedad sin preocuparse por tranquilizar a la nación
Ordenó que el silencio, el hermetismo y la contradicción metieran al país en un estado de incertidumbre.
Gozó y se rio de las conjeturas que se hicieron sobre el origen y consecuencias de su desmayo.
En síntesis:
López Obrador se burló, una vez más de los mexicanos
Muy malo el tirano para gobernar, pero brillante para engañar.
Y es que no solo se pitorreó de sus adversarios, también engañó a esos pobres ingenuos que están dispuestos a dar la vida por él.
Hay que aclararle algunas cosas al presidente toma pelo:
La desinformación no la provocaron los medios. Un falso tuit, redactado por sus torpes colaboradores, fue el que disparó todo tipo de conjeturas.
El mensaje subido a redes decía: “Ni modo, amigas y amigos: salí positivo a COVID-19…”.
Todo México advirtió que esa no era la forma de expresarse del presidente.
AMLO no tiene amigos, tiene súbditos o cómplices obedientes. En su retórica y en su delirio de persecución no hay camaradas, hay adversarios, enemigos, traidores y culpables de sus desgracias.
El video en el que reapareció es muy revelador.
Lo utilizó para compararse con Francisco I Madero.
Dio a entender que él también es víctima de los “zopilotes” que desean su muerte.
De esa prensa que lo calumnia y de esos traidores que como Huerta pretenden asesinarlo.
El video también confirma que actuó perversamente
Dejó a propósito un vacío de información de 48 horas para dejar que unas versiones alimentaran a otras.
¿Por qué si estuvo en condiciones de redactar dos discursos –como él afirma– no salió a contrarrestar especulaciones que hablaban de su muerte o incapacidad total?
A México no le importa la enfermedad o fallecimiento del ciudadano López Obrador, a México le interesa el estado de salud del Presidente de la República por todo lo que económica y políticamente eso significa para la república.
En Palacio Nacional si hay un enfermo, pero un enfermo de egolatría. Alguien que está más preocupado por lo que se dice o deja de decir acerca de él, que por lo que conviene a la nación.
Las múltiples historias en redes y columnas sobre un posible infarto cerebral demuestran que ya nadie confía en este gobierno. Que las explicaciones dadas por el Secretario de Gobernación y el Secretario de Salud para aclarar que solo tenía COVID, no las creyó nadie
Para un importante sector de la población hay un presidente mentiroso y un régimen dedicado a solapar sus falsedades
Esa falta de credibilidad y confianza en su administración es lo que debería preocuparle a López Obrador.
Sin embargo, sigue alimentando su demagogia con las intrigas que le pasa Jesús Ramírez Cuevas y los morenistas más radicales.
No importa si con ellas pone en riesgo la división de poderes. “Que no le contesten el teléfono a los ministros”.