Adán 1, Claudia 0
El senador doble A, Adán Augusto López Hernández, ha resistido toda la metralla que le han lanzado desde la Presidencia de la República.
A las plumas controladas por Jesús Ramírez Cuevas, el coordinador de asesores de la presidenta Claudia Sheinbaum, que no dejan de criticarlo por no separarse de la coordinación de la bancada de Morena en la Cámara alta, se ha sumado la campaña digital, a través de sus granjas, para pintarlo como un delincuente asociado al crimen organizado en el sur del país.
Pero el senador, ante la exasperación de la presidenta, se mantiene al frente de sus tareas en la bancada de los senadores del régimen.
No ha podido Sheinbaum con él, que le ha rechazado en varias ocasiones la petición de que, cuando menos, renuncie a la coordinación, y que ella lo protegerá –no explícitamente, pero se entiende en los hechos–, nombrándolo embajador en una de las representaciones de la llamada Ruta Revlon, una de las más codiciadas en el servicio exterior.
Los obuses desde Palacio Nacional lo han enojado, pero no lo han doblado.
¿Qué tan fuerte es el senador doble A? No es él, sino quien lo protege: Andrés Manuel López Obrador.
El senador no tiene más fuerza que la presidenta, pero el expresidente sí. Mientras no le quite su respaldo, seguirá derrotando a Sheinbaum.
La presidenta se encuentra en un problema: no puede ir públicamente en contra del senador López Hernández, porque sería una afrenta abierta a López Obrador.
Esto podría explicar la contradicción de la semana pasada, cuando el fiscal general, Alejandro Gertz Manero, dijo que habían avanzado en las vinculaciones del exsecretario de Seguridad de Tabasco, Hernán Bermúdez Requena, con el crimen organizado, que es una ola que ha arrollado al senador, quien lo nombró cuando fue gobernador en el estado, y, horas después, el secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, minimizó el alcance de La Barredora, la organización criminal que fundó y operó el exfuncionario, a la que trató como una pequeña banda delincuencial.
La forma en que Sheinbaum ha tratado de minar la imagen y la credibilidad del senador ha sido de manera encubierta. Salidas plausibles y tratar de que no se vean las huellas de sus manos.
Sin embargo, los rastros son demasiado evidentes.
En el entorno de López Hernández acusan a García Harfuch y a Ramírez Cuevas de ser quienes han operado la campaña en su contra, por ser quienes tienen la información sensible y las redes de distribución.
Tienen razón.
El primero es quien está abasteciendo de insumos de información de inteligencia a la presidenta, como las ocho horas de audios que aquí se refirieron recientemente, del exgobernador con sus colaboradores y operadores políticos, donde mencionan los acuerdos con Bermúdez Requena, que no tienen que ver con asuntos de gobierno.
Otro insumo poderoso es un video en el que aparece el senador recibiendo dinero de procedencia ilícita, de una persona cuya identidad se mantiene con hermetismo.
El segundo es quien está operando la difusión de informaciones que siguen acorralando mediáticamente al senador.
Ramírez Cuevas, de acuerdo con lo que ha trascendido, fue el responsable de haber filtrado que Pemex pagó cerca de 2.3 millones de pesos a una empresa donde es accionista López Hernández, por la renta de un piso en una torre empresarial en Villahermosa.
De la misma manera, fue quien ordenó que fluyeran los contratos laborales de sus hijos: Augusto Andrés, que recibió 800 mil pesos brutos en la Cámara de Diputados durante 23 meses, mientras estudiaba en la Universidad Iberoamericana; y Adán Payambé, que ganó 60 mil pesos mensuales por asesorías en el Senado, incluso cuando su padre era coordinador de la bancada.
Las revelaciones han tambaleado al senador doble A, pero los pilotes que lo sostienen, por decisión de López Obrador, lo mantienen en pie.
Sheinbaum no puede, siquiera, deslindarse públicamente de él.
Varios asesores le han sugerido que empiece a tomar acciones legales en contra de López Hernández y otras figuras de Morena que también se encuentran presuntamente involucrados en actos delictivos.
Es la misma postura que, en diferentes momentos, altos funcionarios del gobierno de Estados Unidos le han pedido, directa e indirectamente, que haga: que dé muestras de que no hay impunidad en el régimen.
Sheinbaum ha rechazado que las investigaciones en curso tengan ese desenlace, porque sabe que no podría lograrlo sin el consenso del ala dura del obradorismo, que sigue operando activamente para el expresidente, ya que, en buena parte, es su consideración, están relacionados con las presuntas felonías.
La estrategia seguirá siendo el golpeteo encubierto y señales públicas de distanciamiento, aunque minimice en sus reiteradas declaraciones lo contrario, como fue su instrucción de mantener alejados a los coordinadores parlamentarios y al secretario de Organización de Morena, Andrés Manuel López Beltrán, durante su discurso para conmemorar el primer año de gobierno en el Zócalo, para evitar fotografías con ellos abrazándola.
Y la felicitación que le hizo a la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, quien evitó una cercanía más allá de la institucional con López Hernández cuando entregó el Informe en el Senado.
En la encrucijada política en la que se encuentra con López Obrador por López Hernández, la presidenta también está en una carrera contra el tiempo.
En la medida en que van apareciendo revelaciones sobre sus inconsistencias fiscales, conflictos de interés y hechos sospechosos de presuntos delitos penales, sin que haya consecuencias legales o políticas –como la destitución como coordinador de la bancada–, la presidenta está sufriendo un desgaste creciente.
No se ha atrevido a dar la luz verde para que se inicie una investigación en contra del senador –García Harfuch dijo la semana pasada que no hay ninguna en su contra–, al tiempo de enviar señales a la opinión pública que no tiene la fuerza para que se movilicen los senadores del régimen y voten su destitución.
La bancada de Morena no le pertenece; el destino de Adán Augusto, tampoco.
Sheinbaum quiere efectivamente deshacerse de él, pero en su necesidad de no enfrentar al monstruo de Palenque, su estrategia para debilitar al senador puede ser contraproducente.