Adiós al México estable
Desde la II Guerra Mundial, el gobierno de Estados Unidos tuvo como prioridad la estabilidad de México. Un vecino inestable podía convertirse en amenaza a su seguridad nacional.
Durante años, el gobierno de EU supo de la corrupción en México, del cultivo de marihuana y amapola propiciado, en parte, por ellos, de la violación de derechos civiles y políticos.
Rara vez actuaron en consecuencia por considerar que no se amenazaba su seguridad nacional.
La apuesta de EU por la estabilidad de México se dobló al suscribir el TLCAN y luego el T-MEC.
Se les percibió como ancla del desarrollo económico de México, y de la alineación de nuestro país con EU, que asumió la transición democrática de México en ese esquema.
Primero con el triunfo del PAN y luego de Morena.
La construcción de confianza avanzaba paso a paso y cubría la compleja relación bilateral, respetando márgenes de maniobra del gobierno mexicano en la relación con América Latina y en foros multilaterales.
Ese marco de entendimiento llega a su fin por los profundos cambios tanto en EU como en México.
La administración Trump destroza el orden de la posguerra.
Percibe a México como una amenaza a su seguridad nacional, por la expansión del crimen organizado.
La narrativa clasifica a México como adversario, no como socio privilegiado y confiable, y actúa en consecuencia, propiciando indirectamente la inestabilidad de México con amenazas, presiones y aranceles.
Esa política intervencionista y agresiva encuentra a México debilitado por decisiones erróneas autoinfligidas: instituciones desaparecidas que daban certidumbre y favorecían la cooperación con EU; reforma al Poder Judicial posiblemente violatoria del T-MEC; la política energética del gobierno de México, también violatoria del T-MEC y un Pemex quebrado; el manejo inmoral de los flujos migratorios como instrumento de negociación; la política de seguridad de México que afectó la cooperación con los EU en la materia; el empoderamiento de los cárteles en México que transitaron del comercio de marihuana, cocaína y heroína a las metanfetaminas y el fentanilo; la creciente violencia de los cárteles y la condescendencia de la presidenta Sheinbaum con miembros de su partido involucrados con el crimen organizado.
El gobierno de México ha sido humillado una y otra vez pese a la “cabeza fría”.
El 11 de julio se encontraba una delegación de México en el Departamento de Estado “negociando” un “acuerdo global” sobre comercio, seguridad y migración (idea de por sí problemática) cuando Trump fechó su carta de imposición de 30 por ciento de aranceles a México.
La respuesta del gobierno mexicano buscando infundir calma al señalar “ya estamos negociando”, fue solo para lavarse la cara.
Ningún otro país sufrió una humillación similar.