Bukele: ¿el salvador?
Las calles iluminadas, brillan con un silencio que cientos temieron imposible, y la tranquilidad se paga con la moneda de la pérdida de libertades.
Bajo un manto de seguridad, muchos evitan alzar la voz por miedo a las consecuencias; la sensación de paz coexiste con el rumor de que ya no se permite disentir.
Al descender del avión, Irvin —mi conductor de taxi— me relató su experiencia en “Villa del Lago”, un barrio otrora dominado por pandillas.
Antes, explica con voz apesadumbrada: “tenía que pagar hasta cinco dólares diarios a los pandilleros solo para llegar a mi casa sin que rompieran los vidrios de mi coche”.
Todo cambió cuando el gobierno de Bukele declaró “el régimen de excepción”: una medida que suspende garantías constitucionales básicas (como el derecho a un juicio justo y la libertad de reunión) para enfrentar la crisis de seguridad.
Complementario a esto, “el Plan Control Territorial” desplegó a las fuerzas armadas en los barrios más peligrosos, autorizándolas a arrestar a sospechosos con tatuajes “pandilleros” sin orden judicial.
“Entraron de madrugada, se llevaron a todos, culpables e inocentes”, rememora Irvin, “y desde entonces mi familia duerme con menos sobresaltos… pero más con el corazón en un puño”.
Sin embargo, esta seguridad tiene un costo.
Organizaciones de derechos humanos han documentado detenciones arbitrarias y violaciones al debido proceso.
La libertad de expresión también se ha visto afectada, con periodistas enfrentando restricciones y acoso.
En el centro de la ciudad, la Biblioteca Nacional, abierta las 24 horas, simboliza el nuevo rostro de El Salvador.
Pero mientras algunos celebran estos avances, otros temen que el poder concentrado en el Ejecutivo y las medidas autoritarias puedan socavar la democracia.
Al final de mi visita, me quedó una pregunta: ¿Es Bukele el salvador que este país necesitaba, o su liderazgo representa una amenaza para las libertades fundamentales?