¿Campaña de desprestigio contra políticos de NL?
La gran cantante Barbra Streisand, icono de la música popular, demandó hace muchos años a un fotógrafo y a una página web por publicar una foto de su mansión en Malibú.
La imagen no le había importado a nadie hasta ese momento y prácticamente hubiese pasado desapercibida, solo sus siete abogados la habían descargado para armar el expediente legal.
Pero, con la demanda, la imagen se viralizó en pocas horas, el intento desproporcionado de censura para proteger su privacidad le produjo a la cantante el efecto totalmente contrario.
Millones de usuarios de redes sociales conocieron la mansión de Barbra Streisand y la acusaron de ser paranoica, insegura y básicamente, sangrona, lo cual es injusto, porque Barbra Streisand es un alma de Dios y una cantante fuera de serie.
Los comentarios, bots y posts contra Streisand proliferaron en Internet; hubo marchas defendiendo al fotógrafo, la cantante tuvo que desistirse de su demanda y su mansión recibió algunas pedradas.
Durante varias semanas, nadie habló de otra cosa que no fuera el prurito pedante de la Streisand.
La exposición mediática que a veces una figura política quiere cuidar —porque no le conviene, por ser publicidad negativa o porque se muestra en una irregularidad o en un desatino— se reproduce exponencialmente por culpa del propio político, en su intento por suprimir críticas o filtraciones desfavorables a su persona.
Dicho de otro modo, a veces hay que dejar pasar el momento incómodo, reducirlo a su mínima expresión y apechugar. Ni modo.
Peor cuando el político se dice víctima de una campaña de desprestigio que solo está en su cabeza. O sea, cuando la campaña es un invento suyo. Y es que, si además esta campaña no existe, si la persecución mediática es falsa y es un mero intento del político por llamar la atención, el efecto es contraproducente.
El síndrome Barbra Streisand les ocurre en estos días a varios políticos en Monterrey.
Dirán que es una medida para que alguien se acuerde de ellos, o que, como dice el mal dicho —no todos son buenos dichos—, da igual que hablen bien o mal de uno, pero que hablen.
Pues no. A esos políticos que se victimizan sin necesidad ni motivo alguno, no les diré que endurezcan su piel, sino más bien que nos cuenten los logros de su desempeño en la función pública.
¿Cuáles son sus metas? ¿Qué han conseguido últimamente por el bien de los nuevoleoneses?