Opinión

Innovar sin quebrar

Emiliano Calvert DETONA® En el mundo empresarial hay una frase que ya parece sticker pegado en cada laptop de coworking: “Pide perdón, no permiso.”
https://vimeo.com/1091496933
La repiten startups, ejecutivos jóvenes y emprendedores que sienten que la burocracia les respira en la nuca.

Y claro, suena rebelde… hasta que notas que algunos la usan para operar como si fueran adolescentes con tarjeta que no es suya.

Innovar es bonito; hacer travesuras disfrazadas de “visión” ya no tanto.

Porque una cosa es empujar límites, y otra muy distinta es hacer como que no existen.

El problema es fácil de ver: hoy confundimos ir rápido con ir bien.

Si una empresa acelera, es “innovadora”.

Si rompe algo, es “disruptiva”.

Si ignora reglas, “está adelantada a su tiempo”.

Ajá. O adelantada a su multa.

La delgada línea 

Toda innovación implica retar un límite.

Pero en 2025, varias empresas ya no lo retan: lo hacen pedazos.

  • Fintechs que operan como si la seguridad fuera un trámite opcional.
  • Empresas que tratan los datos personales como muestra gratis en el súper.
  • Plataformas que entran a mercados sin permisos, sin auditorías y sin idea… pero con oficinas dignas de Pinterest.

La rebeldía empresarial dejó de ser una actitud y se volvió la excusa premium para no hacerse responsable.

Y lo que nadie quiere aceptar es lo más básico:

innovar no es romper reglas, es mejorar la vida de la gente sin romper la confianza de todos los demás.

Casos que todos aplaudieron… hasta que ya no

Uber, la revolución del transporte… hasta que medio mundo descubrió que regulaban lo necesario y “lo demás luego vemos”.

Tesla, símbolo del futuro… y también del “ya luego explicamos por qué pasó eso”.

Fintechs que crecieron como cohetes… y bajaron igual de rápido cuando alguien preguntó:

“¿Y la parte de los riesgos…?”

Siempre es la misma curva:

héroes → disruptores → polémicos → autoridades con cara de “ya basta”.

¿Y la ética?

La pregunta no es “¿se puede?” ni “¿cuánto vamos a crecer?”.

La pregunta real es: ¿quién paga cuando algo sale mal?

Porque innovar sin permiso es muy romántico… hasta que la factura llega a quien menos puede pagarla:

  • El cliente que pierde su dinero por falta de seguros.
  • El usuario cuyos datos terminaron en manos que ni sabía que existían.
  • El proveedor pequeño atorado en un contrato “visionario”.

Cuando la innovación se hace sin ética, el golpe lo recibe el de abajo. Siempre.

Y sí, cumplir reglas es incómodo, lento y arruina pitch decks espectaculares.

Pero también evita incendios caros.

Innovar con responsabilidad no es aburrido; es profesional

Lo que casi nadie reconoce: las empresas que hacen las cosas bien, crecen más fuerte y por más tiempo.

No se trata de volverte un burócrata, ni de frenar cada idea por miedo o “sistema”.

Se trata de entender que la innovación real no vive del hype, sino de la confianza.

Las empresas que admiramos (las que duran décadas, no temporadas) lo tienen claro: romper reglas te vuelve llamativo, pero mejorarlas y respetarlas te vuelve líder.

Al final, innovar no debería sentirse como una carrera ni como un berrinche contra el sistema.

Más bien como ese trabajo serio, paciente y bien hecho que parece aburrido… hasta que te das cuenta de que es el que realmente funciona.

La velocidad se presume.

La confianza se gana.

Y talvez hoy en día esa es la verdadera disrupción: construir algo que no necesite correr para mantenerse de pie.
https://vimeo.com/1115590494
https://vimeo.com/1015118818