La economía del cariño
El mercado “pet” gringo está más inflado que un bulldog en verano: más de 150 mil millones de dólares al año en croquetas, collares, seguros y terapias emocionales con aromaterapia. Sí, leíste bien.
De dueño a “pet parent”
El cambio no fue solo económico, fue cultural.
Antes tenías un perro; ahora crías un hijo peludo con intolerancia al gluten y agenda de spa.
Las marcas entendieron que no vendían alimento, sino pertenencia.
El cliente dejó de ser un comprador y se convirtió en un papá con culpa laboral dispuesto a pagar lo que sea para compensar su ausencia con juguetes “enriquecedores” y croquetas con omega 3.
El nuevo perfil de consumo
El gasto promedio anual por mascota ya ronda los 1,700 dólares y sigue subiendo.
No por tener más perros o gatos (eso ya se estabilizó), sino porque cada perro gasta como tres.
Los seguros para mascotas, que hace unos años sonaban ridículos, ya superan los 5 mil millones de dólares y van para quintuplicarse en menos de una década.
Y las clínicas veterinarias se volvieron boutiques de salud preventiva: revisiones, vitaminas, análisis de sangre y hasta membresías mensuales.
Premium, ético y con CRM
El consumidor “pet parent” quiere lo mismo que busca para él: productos premium, sostenibles, con etiqueta limpia y propósito social.
Y ojo: ya no compra en tienda, compra en comunidad.
Los gigantes como Chewy o Petco no solo venden, te mandan recordatorios, recomendaciones y contenido personalizado.
Te conocen mejor que tu médico familiar.
En otras palabras, el CRM del perro es mejor que el tuyo.
Oportunidad y mensaje para las marcas
Cualquier marca que quiera entender el futuro del consumo debería mirar una bolsa de croquetas:
- La salud se volvió la nueva moneda de lealtad.
- La personalización ya no es lujo, es requisito.
- Y la emoción mueve más que el descuento.
En fin…
No es que estemos humanizando a las mascotas; es que nos estábamos deshumanizando nosotros.
Ellas llegaron a recordarnos que hay valores que no caben en una celda de Excel: lealtad, compañía, afecto sin condiciones.
Porque al final, el vínculo más rentable sigue siendo el emocional.
