Me habría fascinado, pero no
Le contesté con dos referencias del propio libro.
Una, si la pregunta es si al final de este relato él hubiera surgido como el autor intelectual, como un Vladimir Putin o el príncipe saudita Bin Salmán, como el autócrata que manda matar periodistas, la respuesta es sí, me habría fascinado en toda la extensión de la palabra.
Sería muy seductor concluir que el Presidente, el grosero populista autoritario que buscó aplastarnos con la ley del más fuerte, trató de asesinarme y no pudo.
Pero, dos, no tengo cómo probarlo. Cito (pág. 48): “Lo de él fue hostigar, intimidar, humillar, amenazar; esa fue la táctica constante para asustar, alejar y desaparecer los cuestionamientos.
Fue un abusador, el bully que se golpeaba el pecho y se agarraba los huevos en el patio de la secundaria antes de torcerte el brazo, aventarte al suelo y sentarse encima de ti; el que sacaba ventaja de su tamaño y, si podía humillarte, te humillaba; dañarte, lo hacía; dejarte en la ruina, te arruinaba”.
Profesionalmente, no nos pudo matar.
Me habría fascinado decir que además dio la orden de que me tirotearan y fracasó.