“¿Me permiten matar a tres hombres?” Ética y liderazgo en Chernóbil
Fue dicha por Valery Legasov al board soviético tras la explosión de Chernóbil.
Tres hombres debían bucear en aguas radiactivas, abrir válvulas inundadas, liberar vapor para evitar una explosión aún peor.
Sabían que, muy probablemente, iban a morir.
Ese momento no es ficción de serie dramática: es ética pura .
Y es el tipo de dilema que nos hace preguntar: ¿cuánto debería pesar tu historia personal, tus valores o tu humanidad en tus decisiones cuando estás a cargo?
- Los nombres de esos tres hombres: Alexei Ananenko, Valeri Bespalov y Boris Baranov. Voluntarios, ingenieros, shift supervisors.
- La misión: drenar los “bubbler pools” (las piscinas que funcionaban como enfriamiento) para evitar que el material fundido los tocara, lo que provocaría una explosión de vapor radiactivo que habría sido catastrófica.
- El riesgo era enorme: la zona inundada, poca visibilidad, radiación potencialmente letal, poca protección. Pero se le dijo al board: “Si no lo hacemos, la cosa será peor para todos”.
El dilema ético
Aquí entra lo pesado: estos no eran mártires buscando gloria, sino trabajadores enfrentando una decisión moral espinosa:
- ¿Tener el deber de salvar muchas vidas justifica mandar a otros a un riesgo casi seguro?
- ¿Hasta qué punto la responsabilidad del liderazgo tiene que incluir exponer vidas propias o ajenas (aunque voluntarias) para evitar daños mayores?
- ¿Qué tanto ese “permiso” del board exime o aumenta la responsabilidad moral de quienes lo dan y quienes lo ejecutan?
Este conflicto ético se plantea igual en trabajos menos extremos: cuando un líder pide a su equipo quedarse horas extras, cuando decide ignorar un problema de seguridad para ahorrar costos, cuando pide sacrificios personales.
No es la bomba nuclear, pero es parte de la misma película.
Teóricos y precedentes que ayudan a pensar
- El artículo The Ethics of Scientific Advice: Lessons from “Chernobyl” plantea que los científicos tienen la obligación de advertir del peligro y del posible daño aunque eso implique decisiones durísimas. Legasov no solo hizo cálculos técnicos: vio la consecuencia humana.
- En filosofía ética, el utilitarismo nos diría: si sacrificas tres para salvar millones, la acción puede justificarse. Pero el deontologismo dice: hay ciertos actos que no se pueden hacer simplemente por el “bien mayor”. ¿Es matar (o permitir que mueran) voluntarios justificable? Esa es la tensión.
- Los estándares de ética profesional moderna ya en salud, en ingeniería, en liderazgo exigen transparencia, consentimiento informado, valorar alternativas y asumir responsabilidad por lo que se decide. No solo lo que se hace, sino lo que se permite.
¿Y en mi día a día?
Imagínate esta escena en tu oficina: eres gerente y descubres que un servidor va a colapsar si nadie lo revisa, pero repararlo implicará que un par de compañeros trabajen toda la noche, con poco pago extra, sabiendo que es probable que se enfermen de estrés.
¿Les pides que lo hagan? ¿Permites que se joda alguien para que el resto no tenga problemas mañana?
O cuando un proyecto urgente tiene fallas que sabes que podrían ocasionar pérdidas económicas, pero deciden seguir adelante porque “ya estamos en la recta final” y “todos tienen que jalar”.
Esa es una versión pequeña, pero real, del dilema de Chernóbil.
En fin…
Cuando Legasov dijo: “Estoy pidiendo permiso para matar a tres hombres”, no fue exhibición de cinismo.
Fue honestidad brutal.
Fue reconocer que algunas decisiones de liderazgo no tienen limpia la ropa, ni garantizada la palmadita en la espalda.
Liderar no es solo decidir cuándo ganar; es decidir qué estás dispuesto a arriesgar, y qué costos estás dispuesto a cargar.
Tu historia (tu moral, tus valores) importa cuando estás en el tablero: porque ahí se ve si solo vas al expediente o si vas al humano.
Así que mañana, cuando te pidan firmar algo que podría herir, explotar, quemar ojalá no sea literal y mejor sea figurado pregúntate: ¿quiero ser el que dio la orden, el que permitió la orden, o el que buscará alternativas, aunque le cueste?
Porque al final, tu liderazgo deja cicatrices, pero también deja legado.