Tan lejos, tan cerca
En memoria de Rosa María Bárcena Jannet, pilar de la familia
Refleja el estado actual de las relaciones entre nuestros dos países, tan lejos en lo político, tan cerca en lo cultural, en lo económico, en los afectos.
La magnífica exposición resalta el culto a la Virgen de Guadalupe mexicana en España, desde la llegada de las primeras imágenes a territorio español en 1634.
El culto a la Guadalupana está más extendido en Andalucía, Extremadura y la costa cantábrica, pero hay imágenes de nuestra Virgen por toda España.
La veneración se extendió al continente americano, Filipinas –que fue parte del virreinato de la Nueva España-, Italia, en particular a Nápoles y Sicilia, y Portugal.
La mayoría de las pinturas, grabados y tallas en marfil de la muestra, provienen de conventos e iglesias españolas, en particular de Sevilla.
Hay cuadros excepcionales de Juan Correa, José Juárez y Miguel Cabrera, los grandes pintores novohispanos.
Algunos pertenecen a las colecciones de Carlos Slim y de José Antonio Pérez Simón y otros al Estado mexicano.
Una pieza única es el enconchado de la Virgen del monasterio de las madres capuchinas en Castellón de la Plana, España.
La exposición destaca la relación entre la Virgen de Guadalupe de Extremadura, una virgen negra, y la mexicana, así como la influencia iconográfica de las vírgenes neogóticas alemanas y nórdicas.
Recorriéndola, conocemos el papel de las monjas sor Jerónima de la Fuente y sor María de Jesús de Ágreda en la difusión del culto a la Virgen de Guadalupe en España.
Sor Jerónima llegó a la Ciudad de México en 1620 camino a las Filipinas y visitó el santuario de Guadalupe.
Aprendí que en 1741 se fundó la Real Congregación de Nuestra Señora de Guadalupe en Madrid, treinta años después de que se concluyera la construcción del Santuario en el Tepeyac, con el patrocinio del virrey Francisco Fernández de la Cueva, duque de Alburquerque.
Lo más interesante, a mi parecer, fue el proceso de consagración de la Virgen de Guadalupe como patrona y protectora de México, entonces Nueva España.
En 1736 hubo una plaga de tifo o matlazáhuatl por la cual murieron muchos mexicanos y se pidió al arzobispo y virrey, Juan Antonio de Vizarrón, declarar a la Guadalupana patrona de Nueva España.
Lo hizo en 1737.
En diciembre de 1746 se le aclamó como patrona general de Nueva España, por encima de otras vírgenes reverenciadas en el virreinato, como eran la Virgen de los Remedios, la del Carmen o la de la Merced.
En 1752 el jesuita Juan Francisco López viajó a Roma a lograr la confirmación del Papa Benedicto XIV del patronato de la Virgen de Guadalupe y el establecimiento de su fiesta el 12 de diciembre.
El jesuita regaló al Papa una copia de la imagen guadalupana pintada por Miguel Cabrera y lo convenció de los prodigios de la Virgen.