¿Qué diría Octavio Paz de López Obrador?
Había el rumor de que tenía mal carácter, de que no era amable con los desconocidos, pero a mí, Marie José Tramini, esposa de Octavio Paz, me cayó muy bien desde que la conocí en el restaurante Santa Fe de la Ciudad de México.
Marie José era artista de collage y practicaba la religión francesa (la nacionalidad gala es más que nada una profesión de fe).
Se rio mucho cuando le recordé que en mitad de su boda hindú con Paz, en la India, una enorme sombra descendió sobre la mesa en forma de altar, para beber agua de unas vasijas: era un murciélago gigante.
"Es verdad", me respondió.
FRANCISCO TOLEDO
En cambio, cuando le narré la misma anécdota al maestro Francisco Toledo (un pintor a quien Paz no valoró lo suficiente), se le empaparon sus ojos indígenas. Amaba a los murciélagos más que a los seres humanos.
Las dos veces que estuve cerca de don Octavio lo acompañaba su mujer. La primera fue en el ITAM; la segunda en el velorio del poeta.
VARGAS LLOSA
Cuando Paz presentó el libro El pez en el agua, las memorias de infancia y de campaña presidencial de Mario Vargas Llosa, el novelista peruano justificaba su derrota electoral ante Fujimori, alegando que siempre dijo la verdad a los electores.
Pedí la palabra para objetar: de haber dicho en su campaña un par de mentiras piadosas, Vargas Llosa hubiese ganado la presidencia y evitado a su pueblo el baño de sangre, corrupción y terror de la dictadura fujimorista (según el punto de vista de Vargas Llosa, no mío).
Paz me regañó: "Usted no puede obligar a nadie a mentir. Mario estaba en su derecho a ser sincero".
De haber sido Paz y no Vargas Llosa el candidato presidencial, aquel tampoco hubiera mentido a sus electores, aunque sí ocultado una que otra convicción en el entendido de que lo importante era ganar, lo mismo la presidencia que el premio Nobel.
Pero Paz nunca fue político. ¿O sí?
Octavio Paz hubiera rechazado la política de Andrés Manuel López Obrador. Y seguramente apoyaría a cualquier candidato de oposición que le hiciera frente al candidato (o candidata) presidencial de la 4T en el 2024.
¿Estaría dispuesto Paz a que el candidato opositor a Morena (el que fuera), soltara mentiras piadosas o impiadosas con tal de ganar la próxima contienda electoral? Dadas las actuales circunstancias, sí.
Sin embargo, lo mío es especulación de baja estofa. Paz está muerto. Y su esposa también.
Mientras platicaba con Marie José en aquel entonces, cuando comí con ella en el restaurante, recordé que en el sepelio de su marido varios guardias oficiales cargaron el ataúd.
Por Bellas Artes se dispersó un olor a burócratas iletrados, a herrería de cúpula antigua, a mármol frío de techos y pisos de teatro.
Olía a perfume de viuda, a tinta seca, a piedra de sol, a sauce de cristal, a chopo de agua.
Olía a niebla y a lágrima cristalizada.
En cambio, las rosas del velorio de Paz no olían a nada.
En vano esperé ese día a que descendiera el murciélago gigante. Pero sólo llegó Ernesto Zedillo a dar su pésame.
A Paz, el expresidente Zedillo sí le caía muy bien.
Era afín a los tecnócratas.
Como su abuelo lo fue a los científicos porfirianos.