Trump: ignorante, megalómano, inestable y ambicioso
Los salvadores.
Las investigaciones en marcha contra Donald Trump revelan con nitidez el riesgo que corrió la más potente y antigua democracia del mundo.
Los testimonios de una gran cantidad de personas han dejado en claro que Trump era un ignorante, megalómano, inestable y ambicioso.
Es un peligro para Estados Unidos y, por serlo, para el mundo.
- Trump, en su soberbia, no admitió su derrota electoral. Inventó la patraña de un fraude.
- Usó el poder de la presidencia para presionar a autoridades locales a fin de inventar votos.
- Presionó a su vicepresidente para anular la elección. Trató de manipular a las fuerzas armadas y, peor:
instigó un asalto contra el Congreso el día de la calificación de la elección.
Pese a todo, fracasó.
¿Por qué?
- Porque no tenía una mayoría popular.
- Porque hubo una serie de funcionarios que se opusieron y se le enfrentaron. Subrayo: funcionarios de su gobierno.
- La resistencia institucional de un grupo de gente decente y patriota impidió un colapso.
- El Fiscal General le advirtió claramente que no existía fraude alguno.
- El consultor jurídico de la Casa Blanca le expresó que no había bases para impugnar la elección.
- El Jefe del Estado Mayor le dijo que las fuerzas armadas no trabajaban para preservar su poder, sino la Constitución.
- A esa visión se le sumó nada menos que la directora de la CIA, quien alertó a las fuerzas armadas de que Trump instigaba un golpe de Estado de derecha.
- El Secretario de Estado sostuvo reuniones telefónicas diarias, secretas, con el Jefe de Gabinete y el Jefe del Estado Mayor para impedir un quiebre institucional.
- El vicepresidente se negó en redondo, pese a presiones brutales, a violar la Constitución y anular la elección como podía desde Senado. Podía, pero no era lo correcto.
- Ahora, esas mismas instituciones le están tendiendo un cerco legal.
Trump pagará por sus excesos y acaso por sus delitos.
Pero la lección ahí queda: las democracias se sostienen por instituciones, por leyes, por procedimientos, sí, pero sobre todo por personas dignas y con coraje para enfrentar al presidente y entender que ser servidor público es estar con el país, no con el jefe en turno.
Los servidores públicos juran guardar la Constitución y defender la integridad de la nación. Su más alto deber es resguardar el interés público.
Para ello, se requiere preparación, independencia, carácter y valentía.
Cuando los gobiernos se integran por personas así, las naciones se sobreponen a las más duras adversidades.
Cuando no, colapsan.