Datos y decisiones
La semana pasada tuvimos dos datos económicos relevantes:
El crecimiento al mes de abril y la inflación a la primera quincena de junio.
El primero fue sorpresivamente positivo, porque en la versión oportuna, el INEGI había pronosticado un crecimiento anual de 0.2%, pero en el resultado preliminar, el publicado la semana pasada, resultó 1.4%.
El dato de abril debe tomarse con algo de cuidado porque el ajuste por Semana Santa (que ahora cayó en abril, y el año pasado en marzo) explica parte del movimiento.
Aun así, en el indicador oportuno eso debería reflejarse.
Los datos al interior del indicador global que parecen un poco extraños son el comercio al menudeo y el transporte, con crecimientos mucho mayores a lo esperado.
De cualquier forma, no se ve un cambio relevante de tendencia, y es muy probable que en el dato de mayo, la corrección por estacionalidad juegue en sentido contrario a lo ocurrido en abril, y tengamos una contracción más severa de lo que el mismo indicador oportuno señaló para ese mes.
Lo poco que tenemos de mayo, que incluye el comportamiento del empleo y de las importaciones, apunta a una menor actividad.
Las ventas en ANTAD, sin embargo, en mayo sí tienen un repunte, pero ya veíamos que el indicador de comercio al menudeo en abril, con datos malos, resultó muy positivo.
Habrá que ver cómo se equilibra la información.
El otro dato de la semana fue la inflación, que sigue muy por encima de la supuesta meta de Banco de México, que parecen haber abandonado hace tiempo.
Más que preocuparse por llegar a 3%, ahora parecería que ni 4% es su objetivo.
Aunque la inflación total bajó ligeramente, de 4.6% a 4.5%, la subyacente se movió en sentido opuesto, más o menos en la misma proporción, pasando de 4.1 a 4.2%.
Si ésta es la información relevante para la política monetaria, no suena lógico reducir la tasa de interés con inflación subyacente creciendo, y ya fuera del rango.
Este indicador se mantuvo alrededor de 3.7% desde octubre hasta marzo, pero después empezó a subir, y lo ha hecho a un ritmo de 0.1% cada quincena.
Reducir la tasa de interés frente a esa dinámica de precios, y frente a la amenaza que representa la distorsión global del comercio que ha iniciado Donald Trump, no parece una buena idea.
Lo que ha ocurrido es que aunque la tasa de referencia se ha reducido dos puntos en lo que va del año, las tasas en valores gubernamentales lo han hecho menos conforme mayor es el plazo de los mismos.
En valores a mediano plazo (1 a 3 años), la reducción es de 1.5 puntos. Se reduce a un punto para plazos de 5 a 10 años, y medio para los de madurez mayor.
Ciertamente, no hemos tenido subastas de bonos de 20 y 30 años después de la decisión del Banco, pero era claro desde la decisión anterior que repetirían la dosis, como lo hicieron, y aun así no hubo mayores reducciones en los rendimientos.
Por otra parte, la reducción en la tasa no ha tenido efecto en el mercado cambiario, en donde todo indica que la atención se concentra en el comportamiento global del dólar, producto de esa distorsión global que ya mencionamos.
Tal vez por eso, cuatro de los cinco miembros de la Junta de Gobierno se decidieron a la baja.