Rubens, Satanás y la lección que no viene en pizarrón
Pero es uno de esos personajes silenciosos que han construido una interesante parte de la historia del fútbol sudamericano con disciplina, formación y carácter.
Preparador físico de profesión, formador de mentalidades por vocación.
Ha trabajado junto a técnicos como Ricardo La Volpe, Jorge Sampaoli y otros tantos que entendieron que, sin cuerpo y sin cabeza, no hay táctica que funcione.
Valenzuela no es el tipo que da frases para adornar camisetas.
Es el tipo que forma a los que luego se las ganan.
Y entre tantas frases que rondan sobre éxito, motivación y actitud, me topé con una suya que vale más que cualquier MBA:
“Visité el infierno e incluso tomé un café con Satanás.”
El éxito y el fracaso como impostores
Valenzuela dice algo brutalmente honesto:
“Al éxito y al fracaso, esos dos impostores, trátalos siempre con la misma indiferencia.”
Y si te suena a Kipling, no estás tan perdido.
Pero lo de Rubens tiene ese sabor a cancha embarrada, a vestidor caliente, a viaje de regreso tras perder una final.
Tiene esa sabiduría del que ya vio de todo… y no se volvió cínico, pero sí prudente.
Porque en este mundo nos educaron para perseguir el éxito como si fuera el amor de nuestra vida, y evitar el fracaso como si fuera contagioso.
Y eso nos convierte en personas profundamente frágiles.
Tan frágiles que un post sin likesnos hace dudar de nosotros mismos.
Tan frágiles que confundimos incomodidad con injusticia.
Tan frágiles que creemos que si algo duele, está mal.
La fórmula no es mágica, es incómoda
Dice también que para llegar donde la mayoría no llega, hay que hacer lo que la mayoría no hace.
Y eso suena bien en un póster motivacional.
Pero en la práctica significa renunciar al aplauso fácil, elegir la rutina sobre la adrenalina, decir que no a muchas cosas que seducen, pero no construyen.
Significa tragarte el ego, seguir entrenando, aunque no te convoquen, ponerle pausa a la queja y play al esfuerzo.
Significa ser necio, pero con dirección.
Y sobre todo: significa tener objetivos.
Porque como dice Valenzuela:
“La tragedia no es no alcanzar tus objetivos. La tragedia es no tener objetivos que alcanzar.”
Llegar…
Otra idea de la frase que me dejó pensando todo el día:
“En este mundonunca se llega. Siempre se está llegando.”
Y ahí entendí algo.
La ansiedad con la que vivimos no viene solo de la competencia o de las redes.
Viene de haber comprado la mentira de que existe un “lugar” al que se llega.
Y que una vez ahí, todo está resuelto.
Spoiler: no existe.
La cima no es un punto fijo. Es un instante.
Y después... hay que volver a empezar.
Volver a aprender. A corregir. A reconstruirte.
En fin… (con el café aún caliente y las espinilleras puestas)
Si algo me dejó la frase de Rubens Valenzuela es esta certeza incómoda pero interesante: la vida no se trata de evitar el infierno ni de buscar el cielo, sino de aprender a jugar en ambas canchas.
A veces te toca defender con línea de cinco y estacionar el bus ; otras, atacar con lo que tengas, aunque sea con dos delanteros sin GPS.
Lo importante es no salirte del partido.
No rendirte en el primer tiempo ni sentir victoria en el descanso.
Porque el éxito y el fracaso, como diría cualquier técnico veterano, son dos partidos amistosos con aires de final.
El verdadero torneo se juega todos los días, en el entrenamiento invisible, en el vestidor mental, en cómo tratas a tu equipo… y a tus rivales.
Así que sí, yo también tomaría café con Satanás si eso me hace leer mejor el juego.
Y si un día me toca cruzar al cielo, que me agarre habiendo dejado todo en la cancha.
Mientras tanto… me queda seguir entrenando.