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Ni muertas

Las mujeres hemos luchado por años por la igualdad, la paridad y la inclusión…pero mientras más luchamos, más parece avivarse la rivalidad que se traduce en violencia de género.
Esto demuestra -con el tema y con el concepto del feminicidio- que ni muertas somos iguales.

 

Las medidas que se implementan ante la violencia de género y su prevención, lejos de garantizar igualdad e inclusión, nos difieren y nos excluyen.

Camiones exclusivos para mujeres o “rutas rosa”, vagones del metro para mujeres “vagones rosa”, taxis para mujeres…

...Fiscalías para mujeres, institutos para mujeres.

Claro que es mejor que eso exista a que no lo hubiera.

Pero meter a las mujeres bajo un capelo o crear una especie de blindaje social con medidas e instancias exclusivas (no inclusivas) para mujeres, demuestra cuán desiguales somos y cuán dispares.

Esperemos no acabar viviendo como “especie protegida”. (NOTA DEL EDITOR: O en vías de extinción).

Realmente, en el tema de la violencia de género en cualquiera de sus formas, estamos atendiendo el síntoma y no la causa intrínseca del problema de violencia de género además de pasar por alto el problema de la percepción social.

¿Hay ahora realmente más violencia de género que antes o es solo que ahora se le da más visibilidad y difusión?

¿Entendemos como ciudadanos cuales son los alcances reales de la seguridad pública? ¿Tiene la seguridad pública injerencia y responsabilidad sobre la vulnerabilidad a la que nos expone el manejo de la vida privada?

La seguridad pública es la acción integrada que desarrolla el Estado, con la colaboración de la ciudadanía y de otras organizaciones de interés público, destinada a asegurar su convivencia y desarrollo pacífico, la erradicación de la violencia.

Creer que la seguridad pública debe invariablemente, garantizar la seguridad personal, independientemente de la irresponsabilidad, la imprudencia o la ignorancia individual, es un error de concepto.

Bajo este contexto, al parecer ni vivas ni muertas, podemos aspirar a la igualdad y a la inclusión.

Creo que en el abordaje del problema hay importantes fallas referenciales, históricas, conceptuales y hasta de diagnóstico y por lo tanto, el tratamiento del problema resulta insuficiente, ineficiente o inadecuado y entre los enredos, nos sale más caro el remedio que la enfermedad.

Quizás valga la pena reflexionar sobre la conveniencia de retomar aquel lema francés, que lejos de buscar la igualdad, celebraba las diferencias, ¡gritando...

“¡Vive la differénce!"