1 de junio: La injusticia envejece

Rogelio Ríos Herrán DETONA:Como la abuela que sentamos a la mesa familiar, achacosa y silenciosa, olvidada por nosotros hasta que da un manotazo sobre la mesa, la injusticia vive en las familias cada día y envejece en México.
Ella es sabia, los años no pasan en balde y le dejan cicatrices, recuerdos, sabiduría para sobrevivir.

Envejece. 

Morena, PRI, PAN, el partido político que usted quiera, fustigan en la plaza pública la injusticia como el enemigo a vencer, “hasta sus últimas consecuencias”, pero la abuela no se inquieta.  

En su nombre, los morenistas aprobaron en septiembre pasado una “reforma judicial” que permitirá a la injusticia envejecer unas décadas más sin sobresaltos. 

En su nombre, la elección del día 1 de junio no “eliminará la corrupción de los jueces”, como proponen los morenistas, sino que la legitimará. 

La abuela sabe mejor que nadie que sin su presencia se acabaría el sustento ideológico de izquierdas y derechas y no medrarían los Mesías populistas que hablan en su nombre: “primero los pobres”, dicen. 

Sin mí ustedes son nadie, les podría replicar ella en voz alta.

No necesita hacerlo, pues su presencia diaria, cercana e inevitable a la mesa de todos los mexicanos es la prueba suficiente de que, como el aire, ningún político sobrevive sin ella. 

¿A quién van a invocar, sino a la injusticia, los gobernantes que no encuentran otra manera de encubrir su corrupción e incompetencia? 

No fue siempre así.

Les diré cómo sucedió todo. 

Para empezar: las leyes, el estado de derecho y la legalidad no se destruyen de un día para otro.

No es obra de un Mesías Tropical, por más loco que lo juzguemos (y vaya que lo está). 

La destrucción de la legalidad en México es responsabilidad no sólo de los gobernantes, sino de la masa de ciudadanos que no sólo lo permitieron, sino participaron directamente en su destrucción. 

A la justicia la destruyó la falta del ingrediente esencial para que funcione en cualquier sociedad: el respeto de todos. 

La justicia está escrita en piedra en constituciones, palacios y monumentos, pero eso no le da la vida. 

Lo que la hace fluir y florecer entre los ciudadanos en el fragor cotidiano es el respeto que se le tiene, el lugar que se le da en las vidas de cada uno de nosotros. 

La injusticia no es otra cosa que la figura envejecida de la justicia: la falta de respeto de la sociedad y los gobernantes le arrugó la piel, le molió las articulaciones, la cascó la voz y acortó su vista. 

Envejeció tan mal la justicia que mejor se cubrió la cabeza con una mantilla negra y cambió su nombre, en adelante, en injusticia. 

¿Por qué lo hizo?

A la injusticia todos le rinden pleitesía: fraudes, robos, desvío de dineros públicos, complicidad con criminales, homicidios, desapariciones de personas, abuso infantil, feminicidios, violencia familiar, destrucción ecológica de la Selva Maya, contaminación de las aguas nacionales, falta de medicinas, destrucción del sistema de salud pública, muertes por COVID, nepotismo, sobornos, mordidas, moches, y un largo etcétera.

Con ella, los mexicanos nos sentimos a gusto, pues ya sabemos que “en México todo tiene arreglo con un moche”, bendita corrupción que nos permite hacer lo que queramos sin sufrir las consecuencias.  

Así, ¿quién necesita a la justicia? ¿Para qué respetar normas, reglamentos, leyes y principios constitucionales, derechos humanos y esas cosas?

Si lo hiciéramos, los demás nos tomarían ventaja. 

La justicia es para los ingenuos de corazón, los incautos que viven en su mundo idealista en donde reina la ley y se imparte la justicia, ¡qué bobos! 

Le propongo a usted una cosa: cada día, al levantarse y preparar la primera taza de café humeante, pregúntese a quien quiere tener hoy sentada a su mesa familiar y acompañándolo todo el día, ¿a la justicia o la injusticia? 

¿Cómo le hago para decidir?, me dirá usted.

Muy sencillo: empiece mostrando respeto a la ley y el orden (sí, como la serie de televisión) y pidiéndolo a los demás.

Es un buen primer paso. 
Rogelio Ríos Herrán

Egresado de la Licenciatura en Relaciones Internacionales por El Colegio de México (1981)  y desde 1994 se ligó a los medios de comunicación como comentarista y productor en Radio Nuevo León y la televisión pública y colaborador y columnista en periódicos en Nuevo León y Arizona y Georgia, en Estados Unidos. Durante más de 18 años se desempeñó como editor de opinión en el periódico El Norte (Grupo Reforma), en donde además durante 15 años fue un editorialista regular con análisis sobre coyuntura de política internacional, Estados Unidos y asuntos mexicanos. Desde 2019 y hasta 2021 colaboró en Grupo Visión de Atlanta, Georgia, y condujo el programa radial Un Café Con Atlanta.