Siete Puntos

¿Disensión igual a Corrupción?

Paco Gómez DETONA aquí: No se avanzará en la construcción de nuestra democracia si al crítico se le endosa, sin más, la etiqueta de la prostitución moral.
1.

No resulta sencillo dialogar con quien piensa diferente.

Plantarnos frente a personas que sostienen tesis contrapuestas a las mías cuestiona éstas y me obliga a analizar aquéllas. Si soy honesto deberé reconocer las limitaciones de las que yo propongo y las bondades de las enarboladas por mis contrapartes. Supongamos que analizo con serenidad esas posiciones diversas y, también con toda honestidad y tratando de ver el horizonte como se observa desde el otro lado, me mantengo en mi trinchera y no cambio lo que pienso, de acuerdo.

2.

Pero la dinámica dialógica puede continuar.

  1. Una vez que no acepté las propuestas adversas, conviene que, con argumentos sólidos, redondee mis enunciados, los justifique con trazos racionales y los venda como lo mejor que hay.
  2. Quizá, por los motivos que sean, no alcanzo a defender de manera coherente mis puntos de vista, por lo que no me queda otra cosa que simplemente manifestar un desacuerdo con las voces opositoras. No pensamos igual, tenemos perspectivas distantes entre sí, pero nos respetamos, sería una conclusión decente.
3.
Por desgracia, pareciera que nada de eso sucede en nuestro país.

La calidad del diálogo ha descendido a un nivel ínfimo, pues a falta de esgrimas argumentativas, que enriquecerían a ambas partes, se ha optado desde Palacio Nacional por tratar a los opositores ya no como adversarios temáticos, como personas o grupos que tienen una visión dispar; tampoco se les considera divergentes, vamos, ni siquiera se les llama limitados en lo intelectual o carentes de sensibilidad social.

No. A quien disiente ya se le endilgó un adjetivo mordaz: corrupto.

4.

Quien discrepa, entonces, lo hace no por tener perspectivas opuestas a las vertidas en Las Mañaneras, no porque crea, en lo más profundo de su conciencia, y de acuerdo a los datos que tiene a su disposición, que el aeropuerto de Texcoco se pudo aprovechar mejor -desterrando la perversión que, parece, lo acompañó desde sus orígenes-, que el Tren Maya afecta al ecosistema de la región, y que no debe darse tanto protagonismo a los militares.

No. Quien así cavila es corrupto, y de seguro defiende intereses pervertidos.

5.

Estamos ante una conexión inseparable entre conocimiento y comportamiento, que ya quisiera para sus propósitos la inteligencia emocional. Las ideas se unen por fuerza a los deseos, y el pensar contradictorio se subordina al actuar delictivo.

No hay autonomía ni de una orilla ni de la otra, en esta confabulación dañina para los planes presidenciales.

Nadie que ose contradecir los designios de quien se considera expresión nítida del sentir popular podrá escapar a esa condena. Su alejamiento intelectual se convertirá en un destierro ético.

6.

Y no. Así como es cierto que ha habido corruptos -cobijados por el partido del que surgen la mayor parte de los actuales morenistas, al igual que de las filas panistas-, así también hay personas íntegras, inclusive favorables en sus inicios al actual intento de cambiar el régimen, y que no tienen por qué pasar a las filas de la delincuencia.

No. No siempre el que critica tiene cola que le pisen ni, mucho menos, es financiado por quienes sí la arrastran.

No se avanzará en la construcción de nuestra democracia si al crítico se le endosa, sin más, la etiqueta de la prostitución moral.

7.

Cierre icónico.

El espionaje atenta contra el estado de derecho, contra la gobernabilidad de una nación, contra la intimidad de las personas. Pero más grave aún resulta el que se espíe a un subsecretario de gobernación por parte del Ejército, y todavía peor si ese funcionario tiene como encargo investigar, precisamente, si la milicia nacional tuvo algo qué ver en la masacre de Ayotzinapa.

Minimizar el hecho, desviar su atención con epítetos ofensivos para quienes descubrieron la trama, manifiesta una protección indebida a las Fuerzas Armadas.
Padre Paco

El sacerdote José Francisco Gómez Hinojosa (Monterrey, México, 1952) es el actual Vicario General de la Arquidiócesis de Monterrey. Es diplomado en Teología y Ciencias Sociales por el Departamento Ecuménico de Investigaciones de San José, Costa Rica, y doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Ha sido profesor en el Seminario de Monterrey, en la UDEM, el ITESM, la Universidad Pontificia de México, el Teologado Franciscano, el EGAP (Monterrey) y la Universidad Iberoamericana (Centro de Extensión Monterrey).