¿Así cómo?
1.
Durante más de 40 años he intentado, sin éxito, demostrar a fieles católicos y de otras denominaciones, más amigos sin credo religioso, que la fe cristiana tienen una necesaria dimensión social, y que no puede reducirse ni al terreno de la religión ni a la privacidad del individuo.
Ella, insisto, impacta en las esferas económica, familiar, recreativa, educativa, sí, en la religiosa, pero también en la política.
No es, por lo tanto, un asunto que debe encerrarse en la intimidad de un templo o de la conciencia personal, sino que se manifiesta en todas las actividades del ser humano.
2.
Inútil mi intento.
La fe sigue divorciada de la vida, y no faltan personas muy devotas y practicantes de ritos, pero que roban en sus negocios cuando los clientes se lo permiten. Pero es en el terreno de la política en donde se nota con más claridad esta ruptura.
Y es que mientras la fe representa la gracia, la política evoca el pecado.
Aquella purifica, ennoblece, nos lleva al cielo; ésta ensucia, corrompe, nos arrastra por el suelo. Debemos agregar que tres actores de la vida nacional están ayudando a fortalecer esta separación: el presidente de la república, los partidos políticos y el Instituto Nacional Electoral (INE).
Veamos.
3.
Sin el menor decoro, el Ejecutivo utiliza todos los recursos a su alcance para apoyar su movimiento con miras a las próximas elecciones, lo que está prohibido por la ley, impulsada por él mismo, paradójicamente, en sus épocas de candidato opositor.
Faltando a la verdad en innumerables ocasiones, y agrediendo cada vez que le es posible a sus adversarios, ha llegado a calificar de corrupto a quien difiere de él, y presenta como un delito el hacer negocios, con contratos legales y verificables, las actividades de la posible abanderada opositora.
No respeta la Constitución a la que juró someterse.
4.
Los partidos políticos están en lo suyo: buscar el poder y las tremendas cantidades de dinero que se les otorga. No les interesa servir a la ciudadanía sino enriquecerse con sus impuestos.
Creyendo que pueden engañarla, han inventado, tanto Morena y sus aliados, como PRI, PAN y PRD, recorridos por el país que no son precampañas, y exhiben a sus aspirantes sin llamarlos candidatos. También ellos se burlan de la ley, inventando figuras jurídicas que quizá los exoneren de un castigo, pero que no les permiten ocultar ante los electores su desfachatez y falta de honestidad.
5.
El INE, antiguo IFE, que tanto trabajo costó crear y consolidar, no se anima a declarar ilegales las precampañas que no lo son, según sus ocultadores, poniendo en entredicho su neutralidad como árbitro electoral.
Está dejando crecer una ola inmensa de irregularidades que amenaza con ahogar los próximos comicios, y ha perdido la autoridad moral para ser aceptado como juez en la contienda, incapaz de dirimir los conflictos que de seguro se presentarán.
Su pasividad es alarmante, y levanta sospechas de sumisión ante los designios presidenciales, ya por conveniencia, ya por miedo.
6.
¿Cómo, en medio de este turbio panorama, pedir a los feligreses que participen con su voto el año próximo?
Cuando ni los contendientes demuestran competencia para la justa que enfrentarán, ni el referi imparcialidad y valentía: ¿tiene sentido, se preguntan ya desde ahora muchos electores, presentarse a las urnas y votar? Es cierto que emitir el propio sufragio no es la única responsabilidad de un ciudadano con sensibilidad social y vocación paticipativa, pero sí es fundamental para la vida democrática del país.
Es necesario votar e invitar a hacerlo. Pero… ¿así cómo?
7.
Cierre icónico.
Ahora que se plantea, una vez más, la posibilidad de construir edificaciones comerciales sobre el Río Santa Catarina, recupero este texto que escribí hace 20 años -poco después del Huracán Alex-, en el que el afluente cobra vida y platica con nosotros: “En mí han proyectado toda su avaricia, sus afanes de dominio y de lucro, de locura economicista… Exijo que me traten con respeto. Y eso no se logrará mientras no acepten que estoy vivo, que tengo derechos, dignidad… Por eso tienen que escucharme si quieren dialogar” (Cuentos, poemas y comentarios filósoficos I, p. 86).