Debilidad de conciencia

¿Seguiremos siendo cómplices de la corrupción, de la debilidad que nos empuja hacia la nada? ¿O ya tocamos fondo y tomaremos las riendas de la realidad?.

Que razón tenía Martin Luther King cuando dijo:

“No me duelen los actos de la gente mala, me duele la indiferencia de la gente buena”.

Eso pensé al ver hace unos días la fotografía publicada por El Horizonte del primer gabinete de El Bronco, que como muchos recuerdan, se fue desintegrando poco a poco.

Sin denuncias ni razones de peso para la fuga, de pronto saltaron del barco los “buenos”, luego se fueron despidiendo “los malos”, y así, entre sospechas de corrupción y poco avance en temas cruciales pasaron seis años…  y al llegar el nuevo gobierno ¡Poom!...

Comienza a destaparse la cloaca que nadie tuvo la valentía de denunciar en su momento.

¿Será la indiferencia una de las principales razones por las que en México no denuncian la corrupción quienes han sido testigos de ella, y a lo más que llegan es a renunciar a sus cargos?, me pregunté.

Pero luego recordé aquel estudio internacional del 2018 “Encuesta Global de Fraude” en donde se señaló que más del 50% de las empresas en México consideran que son la corrupción y el fraude los más grandes riesgos a los que se enfrentan.

Esta cifra contrastaba con los países desarrollados, donde sólo el 29% de los empresarios identifican esos problemas como principal preocupación.

El estudio reveló además que el 70% de los entrevistados en México admitió que estas prácticas son frecuentes en las organizaciones, a pesar de que el 96% de los entrevistados reconoció que en nuestro país existen políticas anti corrupción.

¿Será entonces un tema cultural, de costumbre,  el que nos impide denunciar los actos de corrupción cuando somos testigos de ella?.

Me parece que más allá de la indiferencia o la costumbre hay algo más: La debilidad de conciencia.

Hay una diferencia enorme entre buena parte de los jóvenes y empresarios de hoy a los de hace 30 y 40 años. No sólo en cuestión de valores,  sobre todo de “energía de conciencia”.

Luigi Giussani describe en uno de sus libros que es cómo si la generación de hoy estuviera “bajo el influjo de las radiaciones de Chernobyl” (estructuralmente el organismo es igual que antes, pero dinamicamente ya no es el mismo).

Hay una especie de cambio, de alteración, de impotencia fisiológica producida por el influjo nefasto del poder, de la mentalidad dominante, explica Giussani.

Al parecer no nos queda ningún otro afán por el cual luchar que no sea la moda, el dinero, las diversiones.

Hemos perdido la brújula, ¡ni la pandemia nos enderezó! Andamos con la escala de valores invertida, confundidos, sin líderes que nos marquen el rumbo.

La mejor apuesta es hacer como que no vimos nada y seguir adelante con nuestras vidas, al cabo lo único importante es que la familia se “sienta” bien, tenga abundancia, la pase de lo mejor.

Por eso cada uno de nuestros movimientos se basan en los del vecino, del amigo, del compadre, de la moda… Si el viaja, ¿por qué yo no? Si tiene casa en Woodlands o en la Isla, ¿por qué yo no? Si mi nuera, o mi hijo, o mi yerno, o mi cuñada no tienen trabajo, ¿por qué no meterlos a la nómina del gobierno? ¿Qué más da?.

Y eso no es lo peor: las drogas y otras adicciones también han hecho de las suyas y cada vez más jóvenes las ven como algo normal.

Entérese que en los últimos 5 años el consumo de drogas entre los jóvenes se incrementó al doble en Nuevo León. Los mismos jóvenes que son víctimas sostienen al narcotráfico pues anualmente les compran 3 mil 120 millones de pesos. Esto lo reveló la Secretaría de Seguridad Publica en el 2021.

Conciencias débiles, alienadas que ya no distinguen lo bueno de lo malo. Lo dañino de lo saludable. El bien del mal.

En el mundo de las conciencias débiles ¡todo puede suceder!.

Hace un par de días me enviaron la larga lista de las colonias de Monterrey y su área metropolitana indicando el día de la semana que no tendran agua. Solo suspiré...

Dicen que es la sequía, pero la realidad (y todos lo sabemos) fue el saqueo, el tremendo saqueo que sufrió en esta y pasadas administraciones de Agua y Drenaje, al grado de despreocuparse incluso de reparar las cientos de fugas por todo el Estado… Y nadie lo denunció.

Y si a eso le sumamos la tremenda inflación, crisis de empleos, aumento de gasolina, de luz, escuelas inservibles, etc. etc.  Lo único que nos queda por hacer es asorarnos y, como el chinito, “milal” el complicado panorma que nos espera.

La pregunta que se antoja:

¿Seguiremos siendo cómplices de la corrupción, de la debilidad que nos empuja hacia la nada? ¿O ya tocamos fondo y tomaremos las riendas de la realidad?.

Bien decía Giussani, hay que tener una gran libertad frente a lo que hacemos y, al mismo tiempo, una atención extrema para valorar todas las capacidades que tenemos.

Los regiomontanos tenemos muchos talentos, los heredamos, los traemos en el ADN… El problema es que ya no estamos ahí, enfocados en el problema social, sino en la tentación de vivir sólo para la comodidad, el placer, el beneficio personal.

Indiferencia, costumbre pero sobre todo… debilidad de conciencia.

Carolina Garza

Carolina Garza es comunicóloga, con Maestría en Ciencias de la Familia; es conferencista y vocera del Frente Nacional por la Familia. Ex Diputada Federal suplente, ex candidata al gobierno de Nuevo León y fundadora de la asociación  “Los Niños Primeros”. Durante muchos años fue editorialista del periódico El Norte y fue diputada local en NL.