Siete Puntos

¿Es peligroso quemar una imagen?

Incendiaron a un muñeco que, sí, representa a la funcionaria, pero que de manera alguna le afecta en su persona.
1.

De seguro usted conserva en su teléfono -antes se guardaba en la cartera o la bolsa- la foto de un ser querido. La representación le provoca gratos suspiros: la constancia de un viaje familiar, la sonrisa de la persona amada, el éxito estudiantil de un hijo o nieto, la inauguración del negocio anhelado durante años, etc.

¿Están físicamente en el auricular, hoy diríamos de manera presencial, las personas que aparecen en la estampa? Claro que no.

El problema es que sí las sentimos presentes, aunque de forma simbólica, y pedimos respeto para ellas.

 

2.

Quienes atentan contra una efigie, como el pasado sábado en el Zócalo capitalino, cuando algunas personas quemaron la figura de papel, tela y cartón, con la apariencia de la ministra presidente de la Corte, Norma Piña, también distinguen lo físico de lo emblemático:

Incendiaron a un muñeco que, sí, representa a la funcionaria, pero que de manera alguna le afecta en su persona.

Intelectuales, también orgánicos, de la 4T justificaron la acción viéndola como un desahogo, una calentura propia del momento.

3.

El mismo presidente de la república, si bien condenó el hecho, trató de minimizar su gravedad, argumentando que él también ha sido objeto de esas prácticas, que no salió el hecho en la prensa y que nadie se quejó de las agresiones a su persona como lo hacen ahora.

Comentaristas cercanos a AMLO insistieron en defender el punto, considerando que no se ha dado ninguna agresión real contra Piña, que ésta fue sólo alegórica y que, en resumidas cuentas, se lo tiene merecido por votar siempre en contra de las iniciativas presidenciales. 

4.

Pero, del otro lado de la cancha, diversos personajes levantaron la voz, alertando sobre el clima de linchamiento que brota desde Palacio Nacional, en Las Mañaneras, y que se extiende por todo el país, pasando por la Plaza de la Constitución.

Estas expresiones violentas, por más que estén dirigidas a un fetiche y no a una persona física, tienen un hilo conductor:

Los ataques verbales que surgen desde ese tribunal diario, y que forman un caldo de cultivo adecuado para tomar la iniciativa y realizar acciones todavía más agresivas.
5.

En efecto. Es improbable que el presidente ordene de manera directa un atentado criminal contra la señora ministra, pero no faltarán seguidores que, animados por la rijosidad diaria de su líder, envalentonados por un clima de hostilidad cada vez más lacerante, y queriendo quedar bien con su caudillo, intenten algo más que una quema figurativa.

El riesgo de algo sumamente grave está latente, por lo que el presidente necesita comprender el gran poder de sus palabras, de sus actitudes.

Ellas, aunque no se quiera aceptar, incitan a la violencia.

6.

¿No se puede criticar al poder judicial? Claro que sí.

Como al legislativo y al ejecutivo, y, en general, a todos los personajes públicos. Sin duda habrá jueces corruptos. Pues que se les demuestre el delito, se les enjuicie y dictamine su culpabilidad o inocencia. Pero no es insultando a la presidenta de la Suprema Corte Justicia de la Nación como se resolverán esos casos de corrupción. Menos se va a purificar la aplicación de la justicia en nuestro país quemando piñatas, y facilitando a los simpatizantes el realizar actos todavía peores.

7.

Cierre icónico.

Y hablando de simbolismos. Al celebrarse el primer año de la inauguración del aeropuerto Felipe Ángeles, se estrenó… ¡un himno! en su honor.

Así es. La personalización de la terminal aérea, el diálogo que se mantiene con ella -puede consultar la letra- podría ser considerado como una extravagancia más de la actual administración, un esfuerzo por consolidar una obra que quiere ser emblemática, o un distractor más de los grandes problemas nacionales.

Usted diga cuál de las tres consideraciones es la correcta.
Padre Paco

El sacerdote José Francisco Gómez Hinojosa (Monterrey, México, 1952) es el actual Vicario General de la Arquidiócesis de Monterrey. Es diplomado en Teología y Ciencias Sociales por el Departamento Ecuménico de Investigaciones de San José, Costa Rica, y doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Ha sido profesor en el Seminario de Monterrey, en la UDEM, el ITESM, la Universidad Pontificia de México, el Teologado Franciscano, el EGAP (Monterrey) y la Universidad Iberoamericana (Centro de Extensión Monterrey).